jueves, 29 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 25

El rey Morfin se puso el Corazón de la Montaña alrededor del cuello y la joya soltó un brillo rojizo. Aún sabiendo que era algo imposible, a Baz le pareció que el cuerpo del hombre empezaba a incrementar de tamaño. En un principio pensó que estaba sufriendo una alucinación por la falta de descanso, comida o ropajes. Pero pronto, una vez la anatomía del rey superó los dos metros de altura, le quedó claro que ese efecto que contemplaba ante sus ojos era muy real. Y, además, potencialmente peligroso. Tenía claro que Morfin no había decidido usar los poderes de la gema en ese momento para hacerles una demostración.

—Con este poder, podré vengarme de ti —dijo el rey entre malignas carcajadas. Para entonces, su tamaño había alcanzado los tres metros y nada indicaba que el crecimiento fuera a detenerse a corto plazo—. Ni siquiera tu campo de fuerza será rival para mi nuevo poder.

—¡Vamos! —gritó el guerrero al tiempo que cogía al príncipe del brazo—. Tenemos que huir antes de que se estabilice lo suficiente para atacar.

—De eso nada —respondió Tayner sin apartar la mirada del creciente rey. Parecía estar esperando algo con ilusión—. Quiero verlo.

—¿Qué es lo que quieres ver? No hay tiempo para tus tonterías —comentó Baz. Estaba empezando a enfadarse. La situación ya era bastante crítica sin que el príncipe hiciera el idiota.

—Pues ya sabes, su pene.

—¿Su... pene? —El guerrero estaba tan anonadado que se olvidó del rey gigante, del peligro y de todo lo que le rodeaba—. ¿Quieres verle el pene?

—Espero que me lo enseñe.

—Pero... ¿no se viste cuando vivías con él?

—La verdad es que sí. Era poca cosa y estaba arrugado. De hecho, fue una de las razones por las que decidí marcharme de su castillo —explicó Tayner—. ¡Pero ahora será enorme! ¡Descomunal! Algo así puede conseguir que un matrimonio interesado valga la pena.

—Me parece que quiere matarte, no pedirte que vuelvas con él.

—Es una pena.

Mientras tanto, el crecimiento del rey Morfin se había detenido después de superar ampliamente la altura de un campanario.

—¡Ahora pagarás por todo lo que me hiciste! —bramó. Su voz resonó como un trueno y provocó que los perros del pueblo que se encontraba a varios kilómetros de distancia, se pusieran a aullar enloquecidos.

—Pero si tampoco te hice nada demasiado malo —se defendió Tayner. Baz continuaba intentando que se apartara de allí, pero el príncipe no parecía dispuesto a hacerle caso.

—Me abandonaste y me partiste el corazón —gruñó el rey. Los perros del pueblo, se callaron asustados.

—Sí, bueno, son cosas que pasan. Pero tienes que entenderlo. Yo soy maravilloso y tú, en cambio, eres viejo, feo, fofo, aburrido, la tienes pequeña...

—Deja de cabrearle más —le susurró Baz al oído—. Se supone que debes convencerle de que te perdone.

—A eso iba —respondió el príncipe—. Decía que la tienes pequeña, pero con tu nuevo poder seguro que ya ha alcanzado un tamaño aceptable y podemos ser felices y comer perdices.

Y entonces, el pie del rey Morfin pisó a Tayner como si fuera una pequeña hormiga.

miércoles, 21 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 24

La mazmorra de Reevert Tull no se encontraba demasiado lejos del campamento del rey Morfin, apenas les separaba un kilómetro, pero les costó casi una hora en llegar hasta allí. Tayner parecía tener serias reticencias a entregar el Corazón de la Montaña y cada vez que Baz le perdía de vista, el príncipe trataba de salir corriendo con la joya.

—Es mía —se quejó el chico tras su quinto intento frustrado de huida—. Me la he ganado justamente. Lo dijo la vaca.

—Eso de que te la has ganado justamente es bastante discutible —replicó el guerrero—. Pero aunque así fuera, necesitas entregársela al rey para saldar tus deudas con él y ganarte tu libertad.

—¡Es un órgano petrificado de un dios! Me podrían dar una fortuna por ella. Quizás valga un reino entero. Por algo tan valioso casi merece la pena que un rey tonto me persiga por el resto de mi vida.

—¿Seguro que lo has pensado bien? —le preguntó Baz, quien tenía sus dudas de que el chico se hubiera planteado los inconvenientes que acarrearía quedarse con la joya. Él solo veía el dinero—. Recuerda que podría obligarte a que cumplieras tu compromiso como uno de sus yernos.

—Vale, tienes razón —admitió al fin el príncipe—. Es demasiado feo. Sería incapaz de volver a meterme en su cama.

Después de eso, Tayner se volvió más dócil y siguió a Baz sin rechistar demasiado. aun así, el guerrero decidió guardar él mismo la joya para evitarle la tentación de escapar y no se la devolvió hasta que llegaron a la entrada del campamento real. Pretendía que fuera el chico quien entregase la piedra a Morfin, como gesto de buena voluntad y arrepentimiento por sus faltas pasadas.

—Habéis tardado mucho —se quejó el monarca de Elveiss cuando les vio.

—Bueno, ha sido más complicado de lo esperado —se disculpó Baz—. Incluso hemos tenido que combatir a una vaca parlante.

—Sí, todo eso es la mar de interesante, pero no tiene relación con el tema que me interesa —replicó Morfin—. Espero que hayan encontrado el objeto que les encargué.

—Claro. El chico lo ha estado custodiando para usted —dijo el guerrero, aunque el príncipe no pareció darse por aludido.

—No sé de lo que me hablas —respondió Tayner.

—¿Recuerdas eso que hablamos sobre lo FEO que puede resultar tu futuro? —le preguntó Baz, muy arrepentido de haberle devuelto la piedra al chico. No lograba entender cómo había esperado que se comportara debidamente.

—Ah, sí. Es verdad —dijo el chico riendo mientras sacaba la joya—. Estoy muy despistado esta noche. Aquí tienes.

Morfin agarró el collar y se lo colgó al cuello sin dudarlo ni un segundo. El Corazón de la Montaña soltó un brillo rojizo en cuanto tocó el pecho del rey.

—Ahora vamos a descubrir lo que puede hacer esto —dijo.

A pesar de saber que era algo imposible, a Baz le pareció que el cuerpo del rey empezaba a incrementar de tamaño.

miércoles, 14 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 23

Tayner parecía extasiado sosteniendo en su mano el supuesto órgano petrificado de un antiguo dios, pero su codicia no tardó en resurgir. El príncipe parecía bastante descontento ante la perspectiva de llevarse un único objeto que, además, no iba a ser para él y no se mostró muy dispuesto a dejar pasar la oportunidad de llenarse los bolsillos con otro tipo de joyas, sin importar si su origen era divino, orgánico o pétreo. De poco sirvió el discurso de Baz sobre la humildad y tampoco quiso escuchar a Häarnarigilna cuando le recordó que solo tenía derecho a una única recompensa. Así que, después de 10 minutos de discusión, el guerrero le pidió a la vaca que dejara al príncipe inconsciente y cargase con él hasta la salida, órdenes que la rumiante cumplió con una inmensa satisfacción.

Sin las trampas ni las proclamaciones de la guardiana, el camino de vuelta se hizo mucho más rápido. Apenas tardaron 5 minutos en recorrer el trecho que les separaba de la puerta de la entrada.

—Es que es una mazmorra chiquitita —se defendió la vaca—. En la antigüedad solía estar orientada a los gnomos.

—Ya me di cuenta.

—Esta era el centro más importante de heroicidad gnoma de todo el país —continuó Häarnarigilna—. Cualquiera que quisiera convertirse en un auténtico héroe y midiera menos de 50 centímetros, acudía aquí para entrenarse. Se decía que sus pruebas eran tan temibles que incluso los más experimentados caballeros temblaban al pensar en ellas.

—No creo conocer a ningún héroe gnomo —admitió Baz.

—Es el problema de ser tan bajito. No puedes aspirar a encargarte de los desafíos más grandes y llamativos. Un dragón o una hidra siempre serán demasiado para ti, salvo que consigas introducirte por algún orificio corporal y causarle daños internos... lo que, por otra parte, parece bastante asqueroso. Sin embargo, en su momento, los caballeros gnomos cierta importancia como exterminadores de hadas y duendes molestos. Ahora son los enanos los que se encargan de cosas así. Son bastante menos eficaces, pero al menos no caben en la boca de un gato. La gente no suele sentirse nada cómoda cuando descubre que el exterminador que contrató ha acabado en el estómago de su mascota.

—Estoy seguro de que al gnomo tampoco le agradaría ser devorado —comentó el héroe—. Creo que puedes dejar a Tayner por aquí—dijo señalando una piedra junto a la entrada—. Así podrás volver a tus propios asuntos.

—Bueno, esperaba acompañaros durante un tiempo —mugió la vaca—. Si no os importa, claro.

—No, no. Qué va. Sería estupendo —mintió Baz. Iba a necesitar una eternidad para compensar todas las faltas que estaba cometiendo en ese viaje—. Pero me extraña que quieras abandonar un lugar como este. Tú misma lo has dicho. Esta mazmorra era el centro de heroicidad gnoma más importante del país. Suponía que estarías decidida a recuperar esa antigua gloria.

—Lo había pensado, lo admito —dijo Häarnarigilna pensativa—. Pero no... ya es hora de asumir que no soy la guardiana de Reevert Tull, solo una triste impostora que se creyó su papel.

—Pues tal y como lo veo yo, la mazmorra te eligió como su protectora. Piénsalo. Tú fuiste la primera persona que la encontró tras un abandono de décadas... puede que en siglos. Eso tiene que significar algo.

—¿Sabes qué? Creo que tienes razón —mugió la vaca con un aire de orgullo—. Soy la guardiana de Reevert Tull por derecho propio y conseguiré que vuelva al lugar que le corresponde en la historia.

—Así me gusta —dijo el guerrero feliz por librarse al fin del rumiante—. Corre a preparar tus planes.

—Lo haré. Pero antes tengo que advertiros de que tengáis cuidado con el Corazón de la Montaña. Es una joya peligrosa.

—Tranquila, nos andaremos con ojo.

La vaca salió corriendo de vuelta a las entrañas de la montaña dejando solo a Baz con el cuerpo inconsciente de Tayner. En otras circunstancias, el guerrero habría esperado pacientemente a que el príncipe se despertara, pero quería alejarse de allí antes de que Häarnarigilna pudiera cambiar de opinión. Así que no le quedó más remedio que cargar con el cuerpo de Tayner. El príncipe tenía un físico bastante delgado, pero aun así pesaba. Baz había recorrido menos de doscientos metros cuando empezó a notar que se quedaba sin fuerzas. aun así, gracias a su fuerza de voluntad, consiguió recorrer un kilómetro entero antes de tener que pararse a descansar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó en ese momento Tayner desperezándose.

—Te desmayaste de la emoción —le mintió el guerrero —me alegro que te hayas despertado.

—Por cierto, me parece fatal que hayas manipulado así a la pobre vaca. Seguro que algo así va en contra del Código Ámbar de los Caballeros.

—Y matar príncipes también —gruñó Baz furioso.

—Aunque tengo que admitir que me ha gustado el paseo. Tendríamos que hacerlo más a menudo.

jueves, 1 de enero de 2015

¡Feliz año!

Gracias a todos vosotros, 2014 ha sido un año de lo más completito en Historias con Hache y todos los blogs que la rodean. Espero que vuestro año también haya ido bien y que 2015 sea mucho mejor del que acabamos de terminar. Y que sigáis entrando por aquí, por supuesto.