El relato sobre mi vida fue rápido y carente de detalles. A medida que hablaba, me daba cuenta de lo aburrida que resultaba la historia, de la poca importancia que tenía y de lo mucho que me apetecía callarme para que Marc pudiera empezar a aclarar algunas cosas de una vez o, al menos, contarme a qué se había dedicado. O, mejor dicho, a quién se había dedicado.
—¿Ya está? —preguntó desconcertado cuando terminé—. Pues vaya mierda de crisis. Si lo sé, me quedo en mi casa.
—Parecía más espantoso está mañana —respondí—. Da igual, dejemos de hablar de mí, que para eso ya tengo a mi psicólogo y a mi abogado. Cuéntame qué tal te está yendo a ti querido amigo, estimado agente literario y apreciado exnovio mío —añadí haciendo gala del peloteo más baboso que podía encontrarse en la ciudad.
—Mira que eres pesado —dijo Marc. Estaba sonriendo y yo no necesitaba ver para darme cuenta. Lo sabía. Estaba sonriendo porque le hacía gracia lo rastrero que llegaba a ser por averiguar lo que quería saber—. Si no te lo cuento vas a continuar dándome el coñazo hasta el fin de los tiempos ¿verdad?
—No sé de qué me estás hablando —repliqué lo más digno que pude. Me costó contener la risa, pero yo creo que estuve aceptable.
—Muy bien, pero solo te contaré una cosa —respondió Marc—. ¿Prefieres que despeje tus dudas sobre lo que ocurre con Ichi o que te cuente con quién me acuesto?
—Pues... —me quedé de piedra. Llevaba tanto tiempo suponiendo que Ichi era con quien se acostaba que ahora no sabía qué elegir saber—. Lo de Ichi —respondí al final siendo fiel a la que era mi duda inicial. Con quién se acostara Marc me importaba menos. Siempre que no fuera Sergio, por supuesto. En ese caso, conocería mi ira...
—Me iba a tocar antes o después —admitió Marc.
—Aunque haciéndolo ahora te vas a librar de un montó de súplicas, amenazas y llamadas a horas intempestivas —agregué.
—Qué morro tienes —dijo—. Lo que sucede con Ichi empezó el día que le acompañé a su casa. Iba tan borracho que tuve que llevarle hasta su misma cama. Iba a dejarlo ahí tirado cuando me di cuenta de que tenía la ropa llena de vómito. El chico no es que me cayera muy bien, pero tampoco me veía dejándole sin más. Así que le desnudé y mis sentimientos hacia él empezaron a cambiar.
—Vamos, que el chico está bueno.
—Sí, bastante, pero lo principal fue lo mono que estaba sin decir tonterías y con esa cara de bueno que tiene. Hice café, preparé la bañera, le ayudé a lavarse los dientes y, al final, acabé metido en la bañera con él. Luego le llevé a la cama, le arropé y me quedé dormido a su lado. Y a partir de ahí, ya sabes: cenas, paseos, cine y esas cosas que se hacen.
—Entonces ¿con quién te acuestas? —pregunté confundido.
—¡Con Ichi! —contestó Marc divertido—. ¿Con quién va a ser? ¿no has escuchado la historia?
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