viernes, 6 de septiembre de 2013

TR, el superhéroe gay, en "El Ascenso de los Conjurados" 29

— Vaya coñazo. Menos mal que es corto. — Pensó Sergi. Sin embargo, a pesar de las quejas, continuó leyendo la historia del libro a la espera de que, en la siguiente página, apareciera el dato que le permitiera encargarse de los Conjurados.

“Solos y sin dinero, los Conjurados se encontraron completamente perdidos en una ciudad extraña que poco o nada tenía en común con los pequeños pueblos en los que habían vivido en su niñez. Ni siquiera sus fabulosos poderes les servían de ayuda, pues aún carecían de la práctica y el control suficientes para realizar las maravillas de las que serían capaces pocos años más tarde. Llegarían a crear dinero de la nada, pero en aquellos tiempos lo máximo a lo que podían aspirar era a invocar una pequeña bola ígnea que encendiera la hoguera que calentaba el ruinoso edificio en el que habitaban. Y no todos los días lo conseguían. Sus medios de supervivencia fue derivando desde la básica mendicidad inicial hacia ramas más delictivas, como pequeños hurtos, timos, trapicheos y cualquier cosa que implicara obtener dinero, incluidas actividades alternativas como las representaciones callejeras de magia de Alpha y las peleas clandestinas en las que siempre andaba envuelto Omega. Y, entonces, cierto día tuvieron que pasar a mayores y atracar una sucursal bancaria a mano armada. No contaban con un plan concreto y el control sobre sus poderes continuaba siendo escaso, pero necesitaban dinero con urgencia para pagar unas deudas de juego de Omega. El banco les pareció la mejor opción, a pesar de los problemas que pudiera acarrearles dar un golpe tan llamativo. Y, aunque ellos no lo sabían, el peor de todos los problemas que pudieran esperar estaba ya en camino. La alarma silenciosa de la oficina conectaba directamente con la Asociación de Superhéroes y su ególatra líder en la sombra, la hechicera Reeva, fue la que acudió a la llamada, dispuesta a calmar su tedio con la detención de algún delincuente. Sin embargo, la heroína no llegó a intervenir en el atraco. Incluso desde kilómetros de distancia, podía sentir el verdadero potencial de los dos hermanos. Su aura mágica. Se trataba de una energía que rivalizaba con la suya propia, la autoproclamada soberana del Inframundo. Era poder puro. Y ella lo quería. Así que, en vez de entrar en el banco, prefirió apostarse en una azotea cercana, esperando que escaparan del banco. Media hora más tarde, les siguió hasta su guarida y se presentó ante ellos. Los hermanos no tuvieron que pensar mucho el trato que les ofreció la bruja. Les daría dinero, les proporcionaría una casa, les sacaría de las calles, les enseñaría a controlar sus poderes y pondría fin a la miseria, la delincuencia y el frío invernal. Era más de lo que nunca pudieron llegar a imaginar. Y lo único que tendrían que hacer a cambio sería convertirse en unos héroes enmascarados que limpiaran la ciudad de la escoria que la infectaba. Aceptaron sin dudar. Los Conjurados fueron presentados en público un año después, con su decisiva intervención en un atraco con rehenes (aunque fue la misma Reeva quien lo preparó), pero su actividad como vigilantes había comenzado un poco antes, con el asesinato del mafioso Pinoli. Esta muerte, que Omega consideraba el principio de su venganza contra la sociedad que tanto les había maltratado, supuso también un tremendo error, pues atrajo la atención de TR. El superhéroe del triángulo rosa llevaba mucho tiempo encargándose de la seguridad de la ciudad y no le agradaban los justicieros que se tomaban la ley por su mano. Podía parecer un enemigo menor, pero lo cierto era que contaba con múltiples habilidades. Y, además, era completamente libre, sin ataduras con el Ayuntamiento o con la Asociación de Superhéroes. Un mercenario sin amo que acabó por crispar sus nervios. Los hermanos discutían sobre cuál sería la mejor forma de deshacerse de su recién creado antagonista. El frío Omega era partidario de eliminar a TR de forma permanentes, mientras que el paciente Alpha era más partidario de ganarle para su causa. Lo que ninguno de los tres sabía…”

— ¡Menuda mierda! — Gritó enfadado Sergi al ver que ese era el final del libro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario