Tayner parecía extasiado sosteniendo en su mano el supuesto órgano petrificado de un antiguo dios, pero su codicia no tardó en resurgir. El príncipe parecía bastante descontento ante la perspectiva de llevarse un único objeto que, además, no iba a ser para él y no se mostró muy dispuesto a dejar pasar la oportunidad de llenarse los bolsillos con otro tipo de joyas, sin importar si su origen era divino, orgánico o pétreo. De poco sirvió el discurso de Baz sobre la humildad y tampoco quiso escuchar a Häarnarigilna cuando le recordó que solo tenía derecho a una única recompensa. Así que, después de 10 minutos de discusión, el guerrero le pidió a la vaca que dejara al príncipe inconsciente y cargase con él hasta la salida, órdenes que la rumiante cumplió con una inmensa satisfacción.
Sin las trampas ni las proclamaciones de la guardiana, el camino de vuelta se hizo mucho más rápido. Apenas tardaron 5 minutos en recorrer el trecho que les separaba de la puerta de la entrada.
—Es que es una mazmorra chiquitita —se defendió la vaca—. En la antigüedad solía estar orientada a los gnomos.
—Ya me di cuenta.
—Esta era el centro más importante de heroicidad gnoma de todo el país —continuó Häarnarigilna—. Cualquiera que quisiera convertirse en un auténtico héroe y midiera menos de 50 centímetros, acudía aquí para entrenarse. Se decía que sus pruebas eran tan temibles que incluso los más experimentados caballeros temblaban al pensar en ellas.
—No creo conocer a ningún héroe gnomo —admitió Baz.
—Es el problema de ser tan bajito. No puedes aspirar a encargarte de los desafíos más grandes y llamativos. Un dragón o una hidra siempre serán demasiado para ti, salvo que consigas introducirte por algún orificio corporal y causarle daños internos... lo que, por otra parte, parece bastante asqueroso. Sin embargo, en su momento, los caballeros gnomos cierta importancia como exterminadores de hadas y duendes molestos. Ahora son los enanos los que se encargan de cosas así. Son bastante menos eficaces, pero al menos no caben en la boca de un gato. La gente no suele sentirse nada cómoda cuando descubre que el exterminador que contrató ha acabado en el estómago de su mascota.
—Estoy seguro de que al gnomo tampoco le agradaría ser devorado —comentó el héroe—. Creo que puedes dejar a Tayner por aquí—dijo señalando una piedra junto a la entrada—. Así podrás volver a tus propios asuntos.
—Bueno, esperaba acompañaros durante un tiempo —mugió la vaca—. Si no os importa, claro.
—No, no. Qué va. Sería estupendo —mintió Baz. Iba a necesitar una eternidad para compensar todas las faltas que estaba cometiendo en ese viaje—. Pero me extraña que quieras abandonar un lugar como este. Tú misma lo has dicho. Esta mazmorra era el centro de heroicidad gnoma más importante del país. Suponía que estarías decidida a recuperar esa antigua gloria.
—Lo había pensado, lo admito —dijo Häarnarigilna pensativa—. Pero no... ya es hora de asumir que no soy la guardiana de Reevert Tull, solo una triste impostora que se creyó su papel.
—Pues tal y como lo veo yo, la mazmorra te eligió como su protectora. Piénsalo. Tú fuiste la primera persona que la encontró tras un abandono de décadas... puede que en siglos. Eso tiene que significar algo.
—¿Sabes qué? Creo que tienes razón —mugió la vaca con un aire de orgullo—. Soy la guardiana de Reevert Tull por derecho propio y conseguiré que vuelva al lugar que le corresponde en la historia.
—Así me gusta —dijo el guerrero feliz por librarse al fin del rumiante—. Corre a preparar tus planes.
—Lo haré. Pero antes tengo que advertiros de que tengáis cuidado con el Corazón de la Montaña. Es una joya peligrosa.
—Tranquila, nos andaremos con ojo.
La vaca salió corriendo de vuelta a las entrañas de la montaña dejando solo a Baz con el cuerpo inconsciente de Tayner. En otras circunstancias, el guerrero habría esperado pacientemente a que el príncipe se despertara, pero quería alejarse de allí antes de que Häarnarigilna pudiera cambiar de opinión. Así que no le quedó más remedio que cargar con el cuerpo de Tayner. El príncipe tenía un físico bastante delgado, pero aun así pesaba. Baz había recorrido menos de doscientos metros cuando empezó a notar que se quedaba sin fuerzas. aun así, gracias a su fuerza de voluntad, consiguió recorrer un kilómetro entero antes de tener que pararse a descansar.
—¿Qué ha pasado? —preguntó en ese momento Tayner desperezándose.
—Te desmayaste de la emoción —le mintió el guerrero —me alegro que te hayas despertado.
—Por cierto, me parece fatal que hayas manipulado así a la pobre vaca. Seguro que algo así va en contra del Código Ámbar de los Caballeros.
—Y matar príncipes también —gruñó Baz furioso.
—Aunque tengo que admitir que me ha gustado el paseo. Tendríamos que hacerlo más a menudo.
Qué morro tiene Tayner, pero me gustan los caraduras simpáticos así que cada vez me cae mejor, jajaja.
ResponderEliminarBueno, yo a Tayner le considero más un caradura egoísta, pero si a ti te parece simpático me parece bien jejejejeje A Baz también le cae bien, aunque por otras razones jejejeje Muchas gracias por el comentario y hasta la próxima.
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