—Me has besado por tu propia iniciativa —se rio Tayner mientras apartaba los escuetos jirones que un día fueron su ropa y que todavía le tapaban el pecho—. Ya no lo llevo —continuó apuntando a su torso. Allí, justo en el centro del esternón, destacaba una mancha negruzca del tamaño de una ciruela y de forma básicamente circular, aunque sus extremos se ramificaban bastante, dándole el aspecto de un erizo. Parecía una quemadura y, si se miraba con más detenimiento, se podía apreciar que el núcleo de esa mancha se hundía hacia el interior de la anatomía del joven, como si ese fuera un extraño receptáculo destinado a albergar algo. A Baz no le costó imaginar qué era lo que había estado alojado en aquel hueco hasta hacía unos pocos minutos.
—¿Ese era el sitio... ? —el guerrero empezó la pregunta, pero se detuvo a mitad de la frase. Se sentía algo confuso sobre el significado que podría tener aquella revelación.
—La primera vez que vi el Cristal de Marggen, casi no podía creerme que algo tan bello existiera —respondió el príncipe. Ya no sonreía—. Tenía una forma, un color, un brillo... se te metía en la cabeza. Fui incapaz de resistirme. Lo robé la misma noche que lo descubrí. Lo que no sabía era que esa joya que me colgaba al cuello empezaría a introducirse bajo mi carne en cuanto entró en contacto con mi piel. Fue un infierno... pero lo volvería a hacer sin dudarlo.
—Siento que lo perdieras. Se te nota afectado.
—Ha sido... raro. Esa cosa estaba fusionada no solo estaba fusionada conmigo a nivel físico, también mental. Siento como si me hubieran arrancado un trozo de cerebro —dijo Tayner—. Claro que no es una pérdida tan grande. Desde luego, está claro que no lo necesito para conquistar a hombres guapos y musculosos que van medio desnudos por el mundo.
La pícara sonrisa que iluminó la cara del príncipe provocó que el corazón de Baz se pusiera a bombear a máxima potencia. Y aún se aceleraría más cuando le agarró de la cintura y le abrazó. Estaban tan próximos que la nariz de uno rozaba con la mejilla del otro.
—Eh... estaba contento al ver que estabas vivo —dijo el guerrero nervioso.
—Ya me he dado cuenta —respondió el joven mientras sus manos empezaban a explorar la espalda de su compañero—. Tu taparrabos va a explotar.
—Supongo que seguirás necesitando un guardaespaldas. Más ahora que no tienes el campo de fuerza —susurró el guerrero. Se moría por volver a besar el Tayner, pero no se decidía a tomar la iniciativa, como si saber que ya no se encontraba bajo el influjo del hechizo amoroso le impidiera dejarse llevar por los deseos que palpitaban por sus venas.
—Claro —respondió el príncipe al oído del otro—. Así no tendré que usar mi magia para defenderme.
—¿Magia? —preguntó perplejo Baz—. ¿Eres mago?
—Sí, puedo invocar una espada de energía bastante útil. Aunque no mola tanto como la espada que te quiero enseñar ahora mismo.
—¿Y por qué no la has utilizado en este tiempo?
—¿Te refieres a la mágica o a la que mola?
—A la mágica, obviamente —respondió Baz molesto.
—No me gusta malgastar mis poderes —explicó Tayner—. Para eso está la plebe.
—Así que nunca has estado en peligro —dijo el guerrero apartando al chico. La lujuria que le consumía unos segundos antes se había esfumado por completo, dejándole ver de nuevo todos los defectos del príncipe que tanto detestaba.
—Bueno, me encontraba cansado y eso nunca favorece que use mis poderes, pero supongo que me podría haber apañado si no llegas a aparecer.
—Eres increíble —gruñó Baz enfadado—. Búscate otro guardaespaldas.
—Pero es posible que me suceda algo malo.
—Estoy seguro de que así será.
—Y me necesitas para comprar ropa en el pueblo.
—Ahora mismo tú no vas mejor vestido que yo —indicó el guerrero—. Al menos mi taparrabos me tapa... eso.
—Pero, no puedes abandonarme. Incluso tenía pensado presentarte a mi padre el rey y a mi hermano, el príncipe Trelios.
—¿Trelios? —A Baz le costó pronunciar el nombre.
—Sí, seguro que te cae bien. Sois bastante parecidos... bueno, salvo porque él forma parte de la realeza y tú eres un pueblerino. Él también fue a una academia militar y todas esas cosas.
—Está bien, te acompañaré —dijo el guerrero sonriente. Si aguantar a Tayner era el precio que debía pagar para volver a encontrarse con su amor de juventud, estaba más que dispuesto a hacerlo.
—Yo también me apunto —mugió Häarnarigilna.
Siento no estar más por aquí pero acabo de leer los capítulos que me faltaban y como siempre, me han encantado y la continuación promete mucho, así que procuraré estar lo más pendiente posible para no perderme nada.
ResponderEliminarSiempre es un placer que te pases a hacerle una visita a Baz y Blaine jejeje. La nueva temporada de Baz quiero que sea mucho más divertida y que Tayner esté aún más loco de lo que ya está. A ver qué tal queda. Espero que te guste.
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