lunes, 3 de octubre de 2011

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 22

Me desperté, tras una noche repleta de pesadillas, con un intenso dolor de cabeza. Como solo me había tomado una copa en la fiesta de Miguel, supuse que debería más a lo mal que había dormido que a la resaca. O podría ser fruto del ataque de nervios de la noche anterior. Menos mal (nunca creí que diría esto) que estaba Sergio en casa para animarme. Al final, acogerle en casa iba a resultar una de las mejores ideas que había tenido en mucho tiempo.... eso tampoco pensé que jamás fuera a decirlo. Pero así es la vida. Como decía mi madre: Nunca digas de este agua no beberé ni ese cura no es mi padre. Y ella sabía de eso, porque mi abuelo era el cura del pueblo. Aunque eso es otra historia que ahora no vienen a cuento.

El reloj especial para ciegos que tenía en la mesilla de noche soltó un mecánico "son las doce y treinta y cinco" cuando pulsé el botó que le hacía hablar. Una mañana más que no llegaba a trabajar. Sentimentalmente iba fatal, pero laboralmente tampoco estaba cubriéndome de gloria. Suerte que era el jefe. Aun así, no estaba de más atenerse a los horarios habituales. Poco respeto iba a ganarme entre mis empleados si seguía sin dar palo al agua.

—¿Santi? —preguntó la voz de Sergio desde la cocina—. ¿Ya estás despierto?

—Sí, ya me levanto —le contesté yendo a su encuentro. En el ambiente se mezclaba el olor amargo del café y otro a costillas agridulces. No solo me había preparado el desayuno, sino que también hacía la comida. Desde luego, mi exnovio había evolucionado una barbaridad desde que dejáramos nuestra tortuosa relación.

—¿Has dormido bien?

—Bueno, al menos he dormido —contesté—. No es poco teniendo en cuenta cómo me encontraba anoche.

—Tengo café y puedo prepararte una tostada si te apetece —se ofreció Sergio.

—Te noto muy servicial —respondí divertido—. Estoy pensando que me pagues tu alojamiento limpiando y cocinando.

—Qué gracioso. Pero me niego a ser tu chacha. Una cosa es hacer esto porque me caes bien y otra muy distinta convertirlo en mi profesión.

—Entonces te haré otra propuesta. Si tú limpias y cocinas gratis, yo te permito que te quedes a dormir gratis.

—Eso me parece mejor.

—Sabes que es exactamente lo mismo ¿verdad?

—No. De esta forma es un intercambio de favores —me explicó—. De la otra manera, soy tu puñetera asistenta.

—Como quieras —dije.

—Gracias. Y cambiando abruptamente de tema ¿qué sucedió anoche? Parecías muy afectado.

—Pues, si quieres que te diga la verdad, no ocurrió nada importante más allá de asistir a una fiesta aburrida y del incumplimiento de algunas estúpidas expectativas.

—¿No te enrollaste con el chico de tu trabajo? —preguntó Sergio.

—Me besó, pero luego se quedó dormido de lo borracho que iba.

—Debe importante bastante para que te lo tomaras tan mal.

—Ya estaba convencido de que Miguel era heterosexual, así que tampoco llegué a creerme demasiado que fuera a pasar algo entre nosotros.

—Entonces, te dio una crisis nerviosa porque sí —sugirió mi exnovio.

—Estrés generalizado diría yo... creo que voy a pedir una cita con mi psicólogo. Por si acaso se me está yendo la pinza otra vez y no me estoy enterando.

—Si crees que es lo más conveniente...

—Por cierto, se te ha olvidado ponerme el café —dije con sorna.

—No tientes a la suerte.

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