jueves, 10 de enero de 2013

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 70

Me agradaría poder decir que la conversación de ruptura terminó bien. No me refiero a que Miguel tuviera una súbita revelación divina que le llevara a querer mantener una relación cercana a lo normal. A esas alturas de la película eso ya no era lo que andaba buscando. Solo quería que acabara de forma aceptable. Con educación, un mínimo de comprensión, respeto, buenos deseos y alguna posibilidad de que en el futuro pudiéramos recuperar la antigua amistad y que él pasara a formar parte de mi colección de exnovios. Me conformaba con eso.

—¿Por qué… ? —empezó Miguel con la voz temblorosa—. ¿Por qué quieres acabar con algo que va tan bien?

—Tenemos ideas diferentes de lo que es una relación —apunté.

—¿Te refieres a que necesitas que nos pongamos una etiqueta? —me preguntó desafiante—. ¿Si no somos “novios” no podemos ser nada?

—Eso ya da igual —contesté tratando de mantener la calma.

—Así que es cierto. Por una nimiedad así vas a tirar todo por la borda.

—¡Quien lo mandó a la mierda fue el que empezó a meter exnovios en la cama! —repliqué sin poder contenerme.

—¡Fue un error! —se quejó—. ¿Vas a castigarme por un hecho puntual?

—Lo dices como si hubiera sucedido hace tres años en lugar de un par de horas. Pero, aun así, el problema no es que trajeras a Víctor a hacer un trío, sino que llegaras a pensar en ello —expliqué intentando ser lo más diplomático posible. No soy un experto en ese tipo de situaciones, pero podía afirmar que esa iba bastante mal y que empeoraría más si seguíamos por el mismo camino—. Eso no es lo que busco. Necesito algo de estabilidad.

—Aceptaste el tipo de relación que te ofrecí sin rechistar —me reprochó.

—Cierto y me disculpo por ello. Todo es culpa mía.

—Eso no soluciona nada —añadió transformado, de repente, en una pobre víctima indefensa—. Hablas mucho de sentimientos, pero no dejas de hacerme daño

Suspiré con resignación y me tragué las palabras que querían aflorar de mi boca. Convertir esa ruptura en un absurdo cruce de acusaciones solo conseguiría alargar el sufrimiento y destrozar las posibilidades de acabar como amigos… si es que aún quedaba alguna.

—Seguro que lo haces para poder enrollarte con algún otro. Con uno de esos ciegos viajeros que estabas tan interesado en acoger —dijo.

Y con ese espectacular malabarismo dialéctico y emocional casi imposible para la mayoría de los mortales, Miguel finiquitó cualquier opción de amistad y frenó en seco mis intentos de enderezar la situación. Los celos los soporto poco, pero en esa situación eran hasta ridículos. Eso ya no tenía solución.

Las dos conversaciones que siguieron a esta fueron algo mejor… y eso que la charla con Sergio fue de todo menos sencilla. Contarle a un amigo que te has encontrado a su pareja en la cama de tu novio dispuestos ambos a montar un trío, es complicado. No puedo decir cómo se lo tomó porque no me llegó a quedar claro. Estaba… apático. Lo mismo entró en estado de shock. O, a lo mejor, él estaba más acostumbrado que yo a este tipo de relaciones y no le importó tanto. Desde luego, no cambió de idea con lo de la mudanza.

Ichi tampoco varió sus planes ni fue demasiado expresivo acerca de mi ruptura. En su caso, supongo que la apatía se debía a que no había dormido por los nervios del viaje y al bajón que le debía haber dado después de tener que aguantar a Marc llorando sin parar desde el desayuno. Bueno, me consolaré pensando que, en el fondo, le di una alegría antes de subirse al avión.

Un novio, un amigo y un compañero de piso menos. Las cosas no habían salido, precisamente, como esperaba. Habrá que afinar más en próximas ocasiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario