miércoles, 11 de febrero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 26

A Baz le pareció que los segundos se ralentizaban a su alrededor y que tiempo pasaba a arrastrarse con lentitud mientras contemplaba desconcertado cómo el gigantescamente desproporcionado pie del rey Morfin se precipitaba sin remisión sobre el desprevenido príncipe Tayner hasta aplastarlo por completo. El guerrero tardó un buen rato en poder volver a cerrar la boca y reaccionar ante semejante escena.

—Qué... qué... qué... —balbuceó Baz perplejo, incapaz de entender lo que acababa de suceder frente a sus ojos.

—Hoy es un gran día —proclamó el rey orgulloso.

—¡¿Qué has hecho!? —gritó el guerrero. Apenas veía por las lágrimas que anegaban sus ojos, aunque notaba cómo una ira descontrolada empezaba a crecer rápidamente en su interior.

—He librado al mundo de uno de los peores males que han caminado bajo el cielo azul —continuó Morfin—. Más que un chico, Tayner era una auténtica y maloliente plaga que merecía ser exterminada.

—Yo... ¡te mato! —bramó Baz furioso al tiempo que empuñaba su espada y se lanzaba a la carrera en dirección a su inmenso rival. Deseaba destrozarlo, marchacarlo, asesinarlo, destruirlo, desollarlo y abrirle de arriba a abajo con la misma falta de compasión que él mostró por el príncipe. Durante su adiestramiento en la academia militar le habían enseñado a controlar ese tipo de impulsos y emociones, pero en ese momento era incapaz de hacerlo. O, a lo mejor lo que sucedía era que no le apetecía hacerlo.

El rey soltó una carcajada al ver que el guerrero le atacaba. Desde la perspectiva que le proporcionaba su nueva estatura, su agresor parecía diminuto, del tamaño de un pequeño insecto. Riendo, trató de acabar con él igual que había hecho con Tayner, pero Baz no pensaba permitir que le aplastaran. A diferencia del príncipe, él esperaba que le atacasen por lo que, con un par de volteretas, pudo esquivar sus pisotones sin muchos problemas.

—¡Quédate quieto! —gruñó el gigante.

—¡Y tú muérete! —le respondió el guerrero. Evitando sus golpes y escabulléndose entre sus piernas se había conseguido acercar lo suficiente a la enorme pantorrilla derecha del rey para soltar un golpe. La espada se clavó en la piel de Morfin igual que si la hubiese utilizado contra el tronco de un árbol y no podía volver a sacarla. Que el rey empezara a saltar a la pata coja dolorido, no le facilitó recuperar su arma y por un momento Baz llegó a pensar que la había perdido para siempre. Sin embargo, acabó por soltarse de la pierna de Morfin y cayó a la tierra seguida por la sangre del rey, que cayó como una densa lluvia roja. En relación a su volumen no fue una hemorragia importante, pero aun así consiguió cubrir al guerrero casi por completo.

—¡Maldito seas! —se quejó Morfin malhumorado.

Pensando que esa era una oportunidad que no debía desaprovechar, Baz se limpió la cara y se lanzó a por la pierna izquierda. Su plan era simple: le haría derrumbarse y, una vez se encontrara en el suelo, atacaría sus puntos vitales. Lo que no preveía era que el rey se repusiera rápidamente y que pasara a la ofensiva. Con una velocidad impropia de un ser tan descomunal, las inmensas manos del rey le persiguieron hasta darle caza y envolverle con aquellos dedos enormes. Un dolor increíble recorrió el cuerpo del guerrero cuando su enemigo empezó a apretar su cuerpo como si quisiera exprimirlo.

2 comentarios:

  1. ¡Ay, madre, cómo lo has dejado! Estaré comiéndome las uñas hasta el próximo capítulo =0.

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    1. Jejejeje esa es una buena señal. Quiere decir que está interesante y que te ha gustado. Muchas gracias por seguir leyéndome y por comentar.

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