Daniel, mi psicólogo, debía de tener mucha intriga por saber cómo me había ido la vida en los últimos días porque, contrariamente a su costumbre de hacerme esperar en su despacho, cuando llegué ya estaba sentado tras su mesa. De hecho, era tan inusual que me asustó al saludarme.
—¿Qué tal te van las cosas? —me preguntó—. ¿Ha mejorado la situación?
—Pues tendría que decir que sí —dije sonriente.
—Tú dirás.
—Bueno, te hice caso y llamé a Miguel... el chico ese que me había besado en una fiesta pero no tenía claro si era gay.
—¿Y?
—Pues resultó que sí que es gay —respondí—. Y mucho, te lo puedo asegurar.
—Me alegro mucho —me felicitó Daniel—. Entonces ¿os habéis enrollado? ¿o ya os habéis lanzado a algo más serio?
—De momento vamos paso a paso. Hemos tenido un par de citas, pero no hemos hablado de nuestra situación. A mí, por lo menos, no me gustan las etiquetas.
—Uy, eso de las etiquetas me suena —dijo mi psicólogo con tono jocoso—. Cada vez que la usas me das miedo.
—¿Cuándo he usado yo eso? Pregunté molesto ante ese reproche hacia mi perfecta felicidad.
—Unas... ¿siete veces? No recuerdo el número exacto. Te diste unos cuantos homenajes después de cortar con Sergio. Todos era el definitivo, el que te iba a solucionar la vida y el que te iba a hacer olvidar a Sergio, pero casualmente a ninguno le gustaban las etiquetas.
—Pero esto no tiene nada que ver —contesté algo ofendido por la insinuación—. Miguel no se parece a esos idiotas y yo también he cambiado. Esto es una relación madura sin compromiso en la que ambos aceptamos la situación de buena gana y ninguno tenemos prisa por ver qué ocurre más allá del día a día.
—Esa me la apunto —dijo Daniel divertido—. Por lo que pueda pasar.
—Haz lo que quieras.
—Vale, entonces la relación con el chico este va bien.
—Sí.
—Guay. No es tan estable como creo que te hace falta, pero me parece estupendo —opinó mi psicólogo—. Al menos estarás entretenido y te olvidarás de las penas por un tiempo ¿Algo más te ha ocurrido? ¿Todo va bien con Sergio?
—Sí, él también tiene su propio "follamigo", si me permites la expresión, así que nos soportamos bastante bien. Lo único que se ha torcido esta semana es mi relación con Ichi —dije—. Se ha enfadado conmigo porque estoy con Miguel.
—Vaya.
—Sí y me parece de lo más injusto. Sobre todo porque como Luna es su mejor amiga y Marc es su posible novio, del que acabarán pasando es mí.
—¿Y qué vas a hacer? —me preguntó Daniel.
—Esperar, supongo.
—Creo que sería mejor que le llamases tú.
—Si yo no he hecho nada —me quejé—. Tendría que ser él quien se arrastrara para pedirme perdón por ser tan celoso y tan idiota.
—Ya, pero hecha cuentas. Ahora mismo tienes 5 personas cercanas y si le restas tus tres amigos, te quedarás con el exnovio que te abandonó hace años y un tío al que casi acabas de conocer y al que no le gustan las etiquetas. Así que yo que tú, me aseguraría de no perder a Ichi, Marc y Luna. Ya sabes, por lo que pueda pasar.
De aquí extraemos la moraleja, nunca dejes de lado a tus amigos =) almenos, a los buenos ^^
ResponderEliminarMe alegra verte de vuelta Mr. Hache!!
Cordiales saludos!
Uy, mira que olvidarme de responderte. Se ve que el final de los exámenes no me ha terminado de despejar la mente. Sobre todo porque ahora estoy de mudanza jejejeje Espero que esta semana de verdad pueda volver a la normalidad, que ni siquiera he celebrado debidamente el primer aniversario del blog :p Gracias por el comentario.
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