viernes, 19 de julio de 2013

TR, el superhéroe gay, en "El Ascenso de los Conjurados" 23

Se podía decir que el Archivista no era más que una simple y tonta leyenda urbana que circulaba entre los héroes del país. Se rumoreaba que existía alguien (misterioso y desconocido, por supuesto) que podía controlar todo lo que hacían los superhéroes y lo iba recopilando minuciosamente en unos enormes volúmenes que almacenaba en su (igualmente misterioso y desconocido) archivo privado. Era una especie de “gran hermano” (el de la novela de Orwell, no la cosa esa que echan por televisión) de los enmascarados que luchaban contra el crimen.

Una historia atrayente y misteriosa, pero que nunca había pasado de ser un mero cuento para flipar a los superhéroes novatos. Desde luego, el Archivista jamás había contado con un cuarto propio en el edificio de la Asociación de Superhéroes. Ni él, ni ninguna otra fantasía popular como el Ratoncito Pérez o Papá Noel. Allí son gente seria y sólo se asignan habitaciones a gente formal. Y corpórea, a ser posible.

Y sin embargo, había un cartel que decía “Archivista” junto a la habitación en la que TR estaba entrando en ese momento y que siempre había sido el diminuto cuarto de las escobas… Bueno, en realidad seguía siendo el diminuto cuarto de las escobas. Tan diminuto como siempre y tan lleno de escobas como era habitual.

No hace falta decir que este descubrimiento dejó a TR algo decepcionado. Por un momento había pensado que encontraría la verdad sobre esa misteriosa y algo tonta leyenda urbana, al tiempo que salvaba su vida de los demonios que le perseguían y encontraba algo valioso para su investigación.

Pero la decepción dio paso a la emoción en cuanto llegaron los típicos efectos que se usaban en las películas de los 70 y los 80 para anunciar distorsiones de la realidad: imágenes giratorias, relámpagos luminosos, colores cambiantes, muchas espirales y música cacofónica y desconcertante.

Cuando su vista se asentó, ya no se encontraba en el pequeño escobero, sino en lo que parecía una húmeda y oscura cripta. Aunque tampoco podía asegurarlo con certeza porque la única lámpara del lugar se encontraba sobre su cabeza y no veía más allá de su halo de luz. Lo poco que podía distinguir eran piedras, algunas paredes y muchas estanterías repletas de libros enormes.

— Buenos días, TR. — Le saludó un hombre que acababa de entrar en el halo luminoso. Era una de esas personas que cuesta saber cuántos años tienen porque, aunque aparentaba unos treinta, el pelo lo tenía completamente blanco. El traje de pana marrón, tampoco ayudaba. — ¿O preferirías que te llamase Sergi Bassols? Yo soy el Archivista.

Varias cuestiones asaltaron el cerebro de TR en ese instante: ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Por qué sabes mi identidad secreta? Lo típico en casos de esa índole. No obstante, lo que acabó saliendo de su boca fue:

— Debe ser jodido conservar los libros con toda esta humedad.



2 comentarios:

  1. Tengo que confesarte que no estoy leyendo esta historia ,la proxima vez que entre la empezaré a leer a ver que tal, aunque mi amor por Diario de un treintañero es incondicional...
    Bueno lo que queria decirte es que no me parece nada bien que no tenga ningun comentario, despues de las molestias que te tomas para actualizar tus historias. Asi que, muchas gracias por tu trabajo

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  2. Muchísimas gracias por ponerle un comentario a TR. Es que no hay forma de competir con Santi. He creado un monstruo jejejeje

    Pero es normal que haya cosas que gusten más que otras y es imposible que todo lo que se hace contente a todo el mundo. Mientras yo me siga divirtiendo escribiéndola, no importa si no se la lee nadie jejeje.

    Muchas gracias otra vez por tu comentario. Como este es más especial te lo agradezco más veces jejeje

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