miércoles, 11 de mayo de 2011

TR, el superhéroe gay, en "El Ascenso de los Conjurados" 5

Cuando un problema le preocupaba, TR (mejor dicho, Sergi, dado que no llevaba el uniforme) iba al gimnasio. Hacer ejercicio le despejaba las ideas. Le ayudaba a pensar, a razonar, a planear y, además, le liberaba del estrés acumulado. Sobre todo, la máquina de remo. Y esa mañana estaba haciendo mucho. Tanto que podría haber llevado una galera él solo al otro extremo del Atlántico. La culpa la tenían los Conjurados. TR odiaba a los enmascarados que iban por la vida como si fueran Punisher, liquidando a diestro y siniestro a camellos, asesinos o mafiosos. Los superhéroes estaban para salvar a los ciudadanos y ayudar a la policía, no para matar a los criminales. Era una de esas cosas que los buenos se supone que no deben hacer bajo ningún concepto. Especialmente si ponía en peligro a gente inocente.

A falta de uno, había dos en su ciudad. Y, por el nombre, estaba casi seguro de que tendrían poderes mágicos. Justo lo que le apetecía después de su último novio le dejara. Por lo menos, tendría algo en lo que concentrarse por un tiempo. Eso si no aparecían más novatos con capita. Bolea le había contado que en la última reunión de superhéroes se presentaron cuatro nuevos miembros, además de los Conjurados. Esperaba que no fueran igual de violentos, porque no podía controlarlos a todos y los problemas con las instituciones no tardarían en aparecer si se acumulaban los cadáveres. La situación ya estaba bastante tirante con el alcalde, como para enemistarse con más gente. Cierto es que sus malas relaciones tenían más que ver con la homofobia del regidor y las represalias de TR, que con el oficio heroico en sí mismo. Pero tener a gente volando mafiosos no iba a mejorarlas.

Sin embargo esos, eran problemas futuros. De momento se conformaba con encontrar a los nuevos paladines del bien y convencerles de que se controlasen un poco.

— A lo mejor aceptan un consejo de alguien con más experiencia que ellos. — Pensó. — Y si no, saco mi vara metálica y les...

Hasta ahí llegaron sus pensamientos, porque algo en su interior en forma de tirón, le interrumpió. Sólo su orgullo de actor porno impidió que gritase. Eso y que la semana ya le iba lo suficientemente mal como para empeorarla haciendo el ridículo en su gimnasio. Así que apretó los dientes y se arrastró, cagándose mentalmente en los Conjurados, hacia las duchas. Tan ensimismado estaba que no se fijó en que chico joven que no dejaba de mirarle. Ni en el que estaba tumbado en el suelo estirando. Con ese tropezó y cayó sobre su pierna derecha.

— ¿Eres idiota o qué te pasa? — Le gritó a Sergi.

— Perdona, no te vi.

— Pues a ver si te fijas por dónde vas. Imbécil.

Dominando las ganas de usar la técnica para estrujar cráneos que había “copiado” en un viaje al Amazonas, Sergi se incorporó y continuó su camino a las duchas. El chico del suelo no poseía un control mental similar y se levantó a darle un puñetazo. Pero los instintos de Sergi tras años de superhéroe y de “copiar” estilos de lucha estaba demasiado desarrollados. Esquivó el ataque y, agarrándolo de la muñeca, le hizo una llave que le dejó de nuevo en el suelo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario