—No me resulta extraño en ti —me dijo Daniel—. Creo que ya hemos pasado por esta etapa. Cuando Sergio se marchó pasaste una fase parecida.
—Ya, pero no es lo mismo —dije—. Es… extraño. Siento como si todo a mi alrededor fallase, como si mi esfuerzo no sirviera. Nada de lo que hago da frutos y cuanto más me implico, mayor es la decepción.
—Es algo normal —explicó mi psicólogo—. La vida es así. Hay que asumir que las cosas pueden no salir del modo que esperabas e intentar rebajar las expectativas para que la decepción no sea demoledora.
—Sí, lo sé. Pero las desilusiones se acumulan. Y ayer me acabé derrumbando.
—¿Ocurrió algo especial?
—De todo. Ichi me vomitó en el salón porque estaba tan celoso que había salido a emborracharse, Marc insinuó que quería acostarse con Sergio y yo fui a la peor fiesta de mi vida. Me había invitado un compañero de trabajo del que me había encaprichado a pesar de saber que era hetero y no tenía posibilidades. Pero cuando llegué a su casa me besó. Fue fantástico, como si el universo hubiera decidido arreglar un poco mi vida y concederme un cachito de alegría. Pero al momento se quedó dormido de lo borracho que iba y todo se esfumó. Me sentí tan mal que me fui.
—Y acabaste llorando.
—Con una película porno para más inri —añadí—. ¿Quién llora con la pornografía? Es ridículo.
—Yo, aparte de la comicidad que pueda tener la situación, lo veo normal —dijo Daniel—. Te sentiste sobrepasado por un cúmulo de situaciones y lo expresaste de la manera que te pedía el cuerpo. Desahogarse es sano. Ayuda a descargar. Más aún si tu exnovio y trauma de tu vida ha regresado tras años de estar desaparecido.
—Ya pero ¿y si esto significa que vuelvo a estar mal? ¿Y si he llegado otra vez al límite de lo que puedo soportar?
—Eso es un poco pronto para saberlo. Lo único que te puedo aconsejar es que te relajes. Si sigues por ese camino sí que vas a acabar deprimido.
—Si es que no ha empezado ya.
—Lo dudo —respondió—. Tú tómatelo con calma, analiza la conveniencia de que Sergio siga viviendo contigo y habla con el chico ese. A lo mejor tus impresiones fueron algo precipitadas y él también disfrutó de ese beso.
—Hablé esta mañana con él y no se acordaba.
—No te creo —dijo con suspicacia.
—Está bien. Aún no le he llamado. Esperaba que te lo creyeras para que no me obligaras a hacerlo.
—Eres tú el que te tienes que obligar. Aunque solo sea para salir de dudas.
Hay que salir de dudas, sino te come por dentro... aunque eso siempre es el camino facil...
ResponderEliminarY no sería tan interesante como argumento jejeje. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarMe esta empezando a gustar esta historia!!
ResponderEliminar¿Te has leído las 26 entradas en un día? Pues sí que te está gustando jejeje Me alegro un montón, espero que siga así. Muchísimas gracias por el comentario y por leer el blog.
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