viernes, 16 de diciembre de 2011

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 33

La alusión de Sergio sobre la naturaleza de mi recién estrenada relación revoloteó tentadora por mi mente y, durante unos segundos, estuve a punto de ceder a ella y abandonarme a la paranoia. Pero por mucho entretenimiento que pudiera proporcionarme, además de incrementar mis gastos en terapia psicológica a largo plazo, no era el momento indicado. Por lo menos, aún no. Hasta yo consideraba prematuro empezar a rayarme después de apenas 12 horas de nuestro primer beso (el segundo, de hecho, pero yo me entiendo). Además, había temas pendientes mucho más divertidos en los que emplear la mañana del sábado. Como, por ejemplo, el supuesto rollo entre Marc, mi exnovio ninfomaniaco, e Ichi, mi amigo friki y admirador secreto (no tan secreto) de un servidor.

Todavía no podía creerme que fuera verdad. Me extrañaba mucho que Marc me hubiera dejado sacar esa conclusión de no haber sido cierta teniendo en cuenta lo poco discreto que era en cuanto a sus relaciones y lo mal que se llevaba con Ichi. Ese tipo de proceder le hubiera pegado más a mi otro exnovio, Sergio... madre mía, a este paso, como siga acumulándolos voy a poder que crear una asociación. "Clubs de Examantes de Santi que Siguen Siendo sus Amigos Aunque Ocasionalmente Moje con Alguno" se llamaría. El CESSSAAOMA (puede que le sobren un par de letras). Nos reuniríamos una vez al año en un pabellón de congresos y les asignaría números que indicasen su orden en mi vida para dirigirme a ellos. Así no tendría que recordar tanto nombre. Solo números. Pero, por supuesto, serían números ordinales que son muchísimo más divertidos ¿Para qué llamar a alguien "cincuenta y dos" pudiendo ser "quincuagésimosegundo"? No hay color. Claro que dudo que llegue a esas cifras.

En cualquier caso, que se me va el santo al cielo, quería enterarme de lo sucedido entre esos dos. Y no había mejor fuente de información sobre la vida de Ichi que el cuarto miembro de mi reducido y selecto grupo de amigos: Luna, Así que cogí el teléfono para llamarla sin poder evitar preguntarme por un instante si tendría que empezar a contar a Miguel como parte de ese grupo.

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