martes, 11 de diciembre de 2012

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 68

Desnudo sobre el sofá, los labios de Miguel besaban los míos con pasión. Su lengua, cuando quedaba libre, lamía mi pecho desde la clavícula a la pelvis y de ahí saltaba al cuello y el lóbulo de la oreja. Sus manos me acariciaban el abdomen. Después, el culo. Después, la entrepierna. Y, finalmente, las tres cosas a la vez…

En defensa de mi cerebro diré que cuando me dedico a ese tipo de actividades, él aprovecha para dejar su puesto y tomarse un merecido descanso. Me imagino que saldrá a activar los enlaces nicotínicos de sus neuronas y a cuidar del hipotálamo. El caso es que no está disponible. Solo así puedo explicar que tardara tantísimo tiempo en darme cuenta de que tal profusión de manos era algo extraña en una persona. Es una verdadera lástima que no hubiese presente (supongo que ya éramos muchos) ningún juez del libro Guinness, porque estoy seguro de que el grito que solté en ese momento era merecedor de un par de récords.

—Tranquilo —me dijo Miguel con tono jocoso—. Solo es Víctor.

—¿Víctor? —pregunté cuando me relajé lo suficiente para poder articular palabra de nuevo—. ¿Tu Víctor? ¿Víctor el de Sergio?

—Sí.

—Hola —saludó el susodicho.

—Miguel ¿qué coño hace aquí? —dije ignorando totalmente al otro. Estaba tan enfadado que si volvía a abrir la boca, podría olvidarme de su profesión de profesor de fitness y romperle un par de muebles en la cabeza.

—Dijiste que nunca habías hecho un trío y no se me ocurría nadie mejor —respondió con naturalidad.

—A ver, quieres hacer un trío con el tío que no es tu novio y tu exnovio, que además es el novio del exnovio del tío que no es tu novio…

—No es tan raro.

—Si cuesta tanto explicarlo es que tiene que ser una mala idea —dije—. Por necesidad. Las cosas no pueden ser tan difíciles. Ni tan extrañas. Una cosa es que te enrolles con alguien, pero esto… todo tiene un límite y esto se lo ha pasado con creces.

—¿Y qué pasa ahora? —preguntó.

—No lo sé —contesté mientras empezaba a vestirme—. Yo me voy a casa a ducharme con lejía y a pensarlo con calma. Si quieres, pásate dentro de una hora o dos. Solo, por favor.

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