martes, 3 de enero de 2012

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 37

—Bueno, ha sido muy entretenido —dijo Luna—. Yo que temía que fuera a ser una tarde aburrida.

—Y ni siquiera nos hemos enterado de si se ha enrollado con Marc —pensé para mis adentros. Una cosa es ser ligeramente cotilla e insensible y otra distinta, demostrarlo en público. Lo único que mencioné fue—. Sí, no ha estado mal.

—Pues pasemos de un culebrón a otro culebrón —continuó mi amiga—. ¿Te ha llamado tu Romeo?

—Aún no. Seguramente siga durmiendo. Esta mañana lo dejé muy cansado.

—¿Tienes pensado hacerlo tú?

—¿Yo? ¿qué dices? —respondí—. Ni loco.

—Lleváis meses interesados secretamente el uno en el otro, cuando conseguís enrollaros pasáis una noche increíble y, aun así ¿te vas a hacer el duro? —comentó Luna.

—Hay que mantener la dignidad —contesté—. Si lo hiciera demasiado pronto parecería un desesperado.

—Estas desesperado —dijo mi amiga— y muy mayor para esos rollos de quinceañera.

Disimuladamente, mi mano derecha se deslizó hasta el reloj de pulsera que llevaba en mi muñeca opuesta y apreté el botón del lector de hora.

—Son las siete y treinta y tres —me informó la voz mecánica del aparato.

—Uy, mira que tarde es —dije. Quería irme ya. El día había empezado muy bien para seguir recibiendo regañinas.

Luna había quedado, así que no se quejó por mi no muy sutil maniobra con el reloj. Pagamos y me fui a casa. Sergio estaba saliendo en el momento en el que yo llegaba.

—He quedado con unos viejos amigos —me informó—. He hecho un estupendo guiso de carne, por si quieres cenar.

—Gracias —respondí, no sin preguntarme quienes serían esos amigos misteriosos.

—Entonces te veré luego. Por cierto, han vuelto a llamar los de la luz... pero no Miguel.

—Ya me imaginaba —contesté.

—¿Habéis hablado por el móvil? —me preguntó.

—Qué pesados estáis todos.

—Deberías llamarle tú —dijo Sergio—. No le dejes escapar por hacerte el orgulloso. Por la mañana estabas tan animado que me sentí bastante celoso —continuó dándome un beso en la mejilla—. Me hubiera gustado ser yo el que te hiciera tan feliz. Pero sé darme por vencido, así que si no vuelvo esta noche, no te preocupes por mí.

—Eh… vale —conseguí articular.

Y sin decir nada más, Sergio me dejó solo, un poco traumatizado por el beso que me había dado, bastante celoso por su intención de ligar, algo enfadado con Ichi y, encima, sin noticias de Miguel. Iba a ser una noche de sábado genial.

2 comentarios:

  1. Parece que se acercan divertidos acontecimientos jajajaja

    Me alegro de tu regreso Mr. Hache, un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Espero que sean divertidos, porque si no... jejejeje Muchas gracias por el comentario

    ResponderEliminar