martes, 30 de octubre de 2012

Gente Diferente 3

Robert se despertó gritando y bañado en sudor.

—Vaya pesadilla —pensó.

Sin embargo, no tardó en hacerse patente que el supuesto sueño no había sido tal. Que la habitación en la que estaba le fuera desconocida le dio una pista. La nota sobre un montón de ropa, se lo confirmó: "Querido amigo: Espero que haya dormido bien, después de un día tan duro como el de ayer. Puede usar el baño si le apetece y le he dejado ropa limpia, que confío sea de su talla. Como supongo que tendrá hambre, le convido a que nos acompañe en el comedor (saliendo, todo recto la segunda puerta a la derecha)."

Aparte de la despedida, no decía más, aunque a Robert ya le parecía bastante. Demasiadas emociones para acabar de levantarse. Pero estaba más que dispuesto a aceptar la oferta de la nota y darse una ducha. También se cambió de ropa, a pesar de que las camisetas de manga corta podían no ser lo más apropiado para el Abril escocés. Terminada la higiene, salió a reunirse con el viejo y con quienes le acompañasen. No le agradaba demasiado ese exceso de suspense. Ya había tenido sorpresas para un mes.

Apareció en una gigantesca biblioteca. Las estanterías se elevaban, repletas de libros, hasta el techo, situado a unos seis metros de altura. A mitad de pared, a modo de segunda planta, una plataforma de hierro forjado a la que accedía por una escalera de caracol, recorría el perímetro. La habitación daba paso a un comedor que ocupaba una gran y sólida mesa de roble con cuatro platos sobre ella. Varios cuadros adornaban las paredes y la chimenea despedía un agradable calor desde la fachada este.

Una sombra cruzó una puerta cercana. Era el viejo. Se presentó como Michael McLowell. Parecía simpático, aunque preguntaba demasiado para no resultar pesado.

Por otra puerta, apareció una chica con una bandeja de comida. Era alta, rubia, tenía los ojos azules y se llamaba Sara. Dejó el almuerzo en la mesa, salió por donde había venido y regresó a los pocos segundos para sentarse frente a Robert.

Un chirrido y una brisa de aire fresco anunciaron la llegada del cuarto comensal.

—Y esta es nuestra chica española, Nuria Ríos —la presentó el viejo. La chica tenía poco que ver con la anterior. Piel morena. Pelo y ojos, negros.

Durante la comida, la conversación fue intrascendente y se basó, principalmente, en el socorrido tema del tiempo. Robert trató de profundizar un poco en lo que preocupaba, pero el viejo siempre le contestaba que lo dejara para más tarde.

—Podrás preguntarme lo que quieras tras el postre —decía—. Ahora disfruta de la comida.

Terminado el almuerzo, Michael le condujo hasta la parte del enorme salón que hacía las veces de sala de estar. Nuria y Sara les siguieron con una tetera y varias tazas.

—Ya puedes hacerme esas preguntas que tenías —le anunció el viejo.

—Eh... —empezó Robert inseguro. Tenía dificultades para plantear la cuestión—. Soy uno de esos monstruos. Quiero decir —rectificó al darse cuenta de que estaba insultándose a sí mismo—, soy uno de esos tíos que hacen cosas raras y la gente odia ¿verdad?

—Eso parece. Eres un PEC, una Persona Extrañamente Capacitada.

—Vaya nombre.

—Sí, es algo rimbombante.

—Pero ¿por qué yo? No he hecho nada para serlo ¿se puede curar?

—Nadie sabe a qué se debe —respondió Michael—. Algunos piensan en la religión. Otros en la genética. Y unos pocos, en abducciones extraterrestres. Personalmente tengo más fe en que se trate de otro elemento más poderoso que todos los demonios y marcianos del mundo.

—¿Cuál es? —preguntó Robert.

—La magia.

Si te gusta Gente Diferente, puedes comprarla en Amazon


No hay comentarios:

Publicar un comentario