domingo, 13 de diciembre de 2015

Libros en descarga directa

 

Ya puedes descargarte los recopitalorios de Diario de un treintañero… y gay… y ciego, TR, el superhéroe gay o Blaine Nicholas, brujo a domicilio ¡¡desde la web de Historias con Hache!!

Sin tener que ir a otra página, sin dar tus datos, sin enlaces con caducidad, sin tener que usar el correo, sin complicaciones y, por supuesto, sin gastos. Sólo le das al botón y se descarga en tu ordenador directamente.

De momento sólo están disponibles los ebooks en formato e-pub y mobi, pero pronto llegarán las versiones en pdf.

Y los recopilatorios de historias no son lo único que podrás descargar, porque también están disponibles los aperitivos de las novelas Una noche en la playa, un verano en Brighton, Diario de un joven gay y ciego y El misterio del Anillo Shoul, además del cuento de La Historia del Hombre Cucaracha que Parecía una Lechuga.

Para que puedas leerlos dónde y cómo quieras.    

sábado, 17 de octubre de 2015

Nueva imagen para Blaine

A partir de ahora, Baba Yaga no sólo será uno de los principales personajes de la historia de Blaine, además también será la imagen de la historia.


viernes, 15 de mayo de 2015

Blaine Nicholas para descargar

Un poco más tarde de lo que había pensado, pero ya está disponible el primer recopilatorio digital con la primera aventura de Blaine Nicholas, el brujo a domicilio más sexy de todos los tiempos. Podéis conseguirlo en formato pdf, mobi o epub en cualquiera de los siguientes enlaces ¡¡completamente gratis!!

Toda la información que podáis necesitar la encontraréis en la web www.historiasconhache.com

lunes, 11 de mayo de 2015

Blaine Nicholas continua en...

Como no tiene mucho sentido tener el mismo contenido en dos sitios diferentes, a partir de ahora la historia de Blaine Nicholas continuará en la web de Historias con Hache.

miércoles, 22 de abril de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 31

—Me has besado por tu propia iniciativa —se rio Tayner mientras apartaba los escuetos jirones que un día fueron su ropa y que todavía le tapaban el pecho—. Ya no lo llevo —continuó apuntando a su torso. Allí, justo en el centro del esternón, destacaba una mancha negruzca del tamaño de una ciruela y de forma básicamente circular, aunque sus extremos se ramificaban bastante, dándole el aspecto de un erizo. Parecía una quemadura y, si se miraba con más detenimiento, se podía apreciar que el núcleo de esa mancha se hundía hacia el interior de la anatomía del joven, como si ese fuera un extraño receptáculo destinado a albergar algo. A Baz no le costó imaginar qué era lo que había estado alojado en aquel hueco hasta hacía unos pocos minutos.

—¿Ese era el sitio... ? —el guerrero empezó la pregunta, pero se detuvo a mitad de la frase. Se sentía algo confuso sobre el significado que podría tener aquella revelación.

—La primera vez que vi el Cristal de Marggen, casi no podía creerme que algo tan bello existiera —respondió el príncipe. Ya no sonreía—. Tenía una forma, un color, un brillo... se te metía en la cabeza. Fui incapaz de resistirme. Lo robé la misma noche que lo descubrí. Lo que no sabía era que esa joya que me colgaba al cuello empezaría a introducirse bajo mi carne en cuanto entró en contacto con mi piel. Fue un infierno... pero lo volvería a hacer sin dudarlo.

—Siento que lo perdieras. Se te nota afectado.

—Ha sido... raro. Esa cosa estaba fusionada no solo estaba fusionada conmigo a nivel físico, también mental. Siento como si me hubieran arrancado un trozo de cerebro —dijo Tayner—. Claro que no es una pérdida tan grande. Desde luego, está claro que no lo necesito para conquistar a hombres guapos y musculosos que van medio desnudos por el mundo.

La pícara sonrisa que iluminó la cara del príncipe provocó que el corazón de Baz se pusiera a bombear a máxima potencia. Y aún se aceleraría más cuando le agarró de la cintura y le abrazó. Estaban tan próximos que la nariz de uno rozaba con la mejilla del otro.

—Eh... estaba contento al ver que estabas vivo —dijo el guerrero nervioso.

—Ya me he dado cuenta —respondió el joven mientras sus manos empezaban a explorar la espalda de su compañero—. Tu taparrabos va a explotar.

—Supongo que seguirás necesitando un guardaespaldas. Más ahora que no tienes el campo de fuerza —susurró el guerrero. Se moría por volver a besar el Tayner, pero no se decidía a tomar la iniciativa, como si saber que ya no se encontraba bajo el influjo del hechizo amoroso le impidiera dejarse llevar por los deseos que palpitaban por sus venas.

—Claro —respondió el príncipe al oído del otro—. Así no tendré que usar mi magia para defenderme.

—¿Magia? —preguntó perplejo Baz—. ¿Eres mago?

—Sí, puedo invocar una espada de energía bastante útil. Aunque no mola tanto como la espada que te quiero enseñar ahora mismo.

—¿Y por qué no la has utilizado en este tiempo?

—¿Te refieres a la mágica o a la que mola?

—A la mágica, obviamente —respondió Baz molesto.

—No me gusta malgastar mis poderes —explicó Tayner—. Para eso está la plebe.

—Así que nunca has estado en peligro —dijo el guerrero apartando al chico. La lujuria que le consumía unos segundos antes se había esfumado por completo, dejándole ver de nuevo todos los defectos del príncipe que tanto detestaba.

—Bueno, me encontraba cansado y eso nunca favorece que use mis poderes, pero supongo que me podría haber apañado si no llegas a aparecer.

—Eres increíble —gruñó Baz enfadado—. Búscate otro guardaespaldas.

—Pero es posible que me suceda algo malo.

—Estoy seguro de que así será.

—Y me necesitas para comprar ropa en el pueblo.

—Ahora mismo tú no vas mejor vestido que yo —indicó el guerrero—. Al menos mi taparrabos me tapa... eso.

—Pero, no puedes abandonarme. Incluso tenía pensado presentarte a mi padre el rey y a mi hermano, el príncipe Trelios.

—¿Trelios? —A Baz le costó pronunciar el nombre.

—Sí, seguro que te cae bien. Sois bastante parecidos... bueno, salvo porque él forma parte de la realeza y tú eres un pueblerino. Él también fue a una academia militar y todas esas cosas.

—Está bien, te acompañaré —dijo el guerrero sonriente. Si aguantar a Tayner era el precio que debía pagar para volver a encontrarse con su amor de juventud, estaba más que dispuesto a hacerlo.

—Yo también me apunto —mugió Häarnarigilna.  

viernes, 10 de abril de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 30

—No rompáis la gema. Antes dejad que mire bajo sus pantalones —oyeron que gritaba alguien a sus espaldas.

El polvo levantado por la estrepitosa caída de Morfin se les había metido en los ojos y les costaba distinguir bien el rostro del personaje, aunque Baz salió corriendo en su dirección igualmente. No necesitaba contemplar su cara para saber a quién pertenecía aquella voz chillona. Resultaba algo ilógico porque estaba bastante seguro de haberle visto morir unos pocos minutos antes, pero también le parecía imposible que existieran dos personas tan despreocupadas y faltas de sentido común. Estaban a punto de vencer al monarca del poderoso reino de Elveiss al que una piedra mágica había convertido en un gigante asesino con poder suficiente para 7conquistar el mundo. Pero a él lo único que le preocupaba era echarle a su entrepierna mientras fuera de tamaño descomunal. solo Tayner podía ser tan inconsciente y estar tan salido.

Baz agarró al príncipe a la carrera y con los ojos acuosos (él aseguraría más tarde que sus lágrimas las provocaron el polvo suspendido en el aire) abrazó al príncipe con fuerza. Tayner, que no parecía sentir tanta emoción por el reencuentro, tratando de liberarse como un gato recién bañado. Necesitaba averiguar el tamaño que tendrían las partes bajas de Morfin y, a pesar de que resultaba obvio que sería imposible que se escapara de la presa del caballero, siguió intentándolo sin cesar. solo se quedó quieto cuando notó el roce de los labios de Baz contra los suyos. Bueno, en realidad no se quedó completamente quieto, pues sus manos empezaron a moverse por toda la anatomía de su guardaespaldas (haciendo especial hincapié en aquellas zonas cubiertas por su diminuto taparrabos). Así permanecieron durante un rato, hasta que les devolvió a la realidad el tremendo estruendo provocado por el martillo de Häarnarigilna al destrozar la gema mágica.

—¡Noooooooooooooooooo! —gritó Tayner desesperado mientras el cuerpo del rey de Elveiss recuperaba su tamaño habitual—. Maldita vaca, podías haber esperado un poco.

—Perdona, creía que estaríais más tiempo entretenidos —se disculpó la rumiante con una malévola sonrisa.

—No es justo, me he perdido la única ocasión en la que mi marido podría haberme satisfecho —se lamentó el príncipe.

—Yo no le vi muy dispuesto a satisfacerte —dijo el guerrero—. Más que nada por el tema ese de querer matarte...

—Por cierto, ya que lo mencionas ¿cómo es que no estás muerto? —intervino la vaca.

—¿Te molesta que sobreviviera?

—Es posible, pero lo pregunto sobre todo por curiosidad. Ningún ser humano habría aguantado algo así.

—Sigo vivo gracias a que mi campo de fuerza absorbió la mayoría del impacto —explicó Tayner—. Eso sí, ya no podré usarlo más porque la piedra que lo creaba se ha destrozado con la tensión que ha tenido que soportar.

—Esa piedra... ¿es la del hechizo amoroso? —preguntó Baz.

—Claro —respondió el príncipe—. ¿Cuántas piedras mágicas crees que llevo encima?

—¿Ya no hay hechizo? —insistió el guerrero.

—No, me has besado por tu propia iniciativa —se rio Tayner.

jueves, 26 de marzo de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 29

Häarnarigilna había encontrado su enorme maza en Reevert Tull el mismo día que llegó para convertirse en su guardiana. Ella no lo sabía, pero la habían tallado muchas décadas antes los mejores maestros enanos a partir de un sólido bloque de granito esmeralda y fue pensada como arma de asalto para el Ugoss, el escuadrón ogro de conquista bajo las órdenes de Fafí, la reina de las hadas. Su peso era tan sumamente descomunal que incluso en ese monstruoso ejército, solo aquellos soldados en mejor forma física podían empuñarla. Los humanos, como ya comprobaron Baz y Tayner, ni siquiera eran capaces de moverla y se hubieran necesitado una decena de musculosos herreros para transportarla unos poco metros. Y sin embargo, salió despedida de la pezuña de su dueña como si se tratara de una flexible y ligera jabalina de bambú.

Cortando el aire a toda velocidad, el colosal martillo de piedra recorrió volando la enorme distancia que separaba a la rumiante del gigantesco rey. En un suspiro, impacto contra el cráneo de Morfin, provocando un horripilante sonido que acompañaría las pesadillas de Baz durante muchos meses. El efecto del golpe fue inmediato y de lo más inesperado: el rey se desplomó. Su cuerpo cayó todo lo largo que era, como si se tratara de un inmenso árbol o el campanario de una iglesia al derrumbarse, levantando a su alrededor una densa nube de polvo amarillento. Cualquier cosa que quedó bajo su gigantesca anatomía, fue completamente espachurrada, sin importar si era de madera, piedra, metal o hueso. Baz dio gracias a los espíritus del lugar que había impedido que fuera aplastado.

El guerrero contempló atónito toda la escena, pero Häarnarigilna se mostró bastante más dinámica. Ni siquiera esperó a que su maza noqueara al rey para salir corriendo hacia él. Se detuvo a pocos metros de donde acabaría cayendo su cabeza y en cuanto Morfin se desplomó, se lanzó sin perder un segundo a su cuello.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Baz poco después, cuando se reunió con ella.

—Tenemos que quitarle el Corazón de la Montaña antes de que se recupere —mugió la rumiante tratando de romper la cadena del colgante mágico—. Échame una mano.

—Claro —respondió el guerrero, aunque dudaba que sus débiles músculos (al menos, comparados con los de la vaca) fueran a marcar alguna diferencia en el resultado.

Ambos tiraron del colgante de todas las formas posibles, pero no obtuvieron ningún resultado. La cadena no se rompía y tampoco podían quitarle el Corazón de la Montaña al rey. Parecía que el colgante se había vinculado a Morfin y no había forma de separarlos.

—Me temo que la única manera va a ser destruyéndolo —opinó Baz.

Häarnarigilna asintió y agarró con fuerza su maza. No le agradaba destruir uno de los tesoros más especiales de Reevert Tull, pero era consciente de que debían quitarle el colgante al rey antes de que descubriera el resto de destructivos poderes que otorgaba el collar. Así que levantó su arma, se concentró en el blanco y hubiera destrozado el Corazón de la Montaña de un golpe si, en ese preciso momento, no la hubiera detenido un grito lejano.

—¡Nooooooo! —chilló una figura que corría hacia ellos—. No rompáis la gema. Antes dejad que mire bajo sus pantalones.

lunes, 16 de marzo de 2015

Diario de un joven gay y ciego ya disponible

Por fin Diario de un joven gay y ciego está a la venta en Amazon. Espero que esta primera novela de Santi les guste.


miércoles, 25 de febrero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 28

A Baz le dolían más músculos de los que era consciente de poseer y sospechaba que varios de sus huesos no se encontraban tan enteros después de su caída. También notaba la cabeza bastante embotada por el intenso dolor sufrido y la prolongada falta de oxígeno. Parecía el momento ideal para echarse un rato sobre el suelo a reponer fuerzas con un sueñecito rápido a la espera de que la pelea (entre quiénes fuera) terminase de una vez. Sin embargo, esa actitud no se ajustaba demasiado a la personalidad ni a las creencias éticas del guerrero. Aún quedaba mucho tiempo antes de que Baz se planteara tomarse un descanso. Todavía tenía que vengar la muerte de Tayner a manos (“a pies” quizás sería más exacto) de ese gigante desalmado, de ese malvado que había traicionado las normas más básicas del honor y que, de paso, había conseguido enfangar el buen nombre del reino que le coronó como su rey.

Así que Baz, lejos de tumbarse, lo que hizo fue empezar a levantarse como buenamente pudo, dispuesto a seguir con la lucha hasta que no tuviera más huesos sanos para romper o músculos para desgarrar. Pensaba utilizar todas sus energías en destruir al asesino del príncipe. Claro que su plan no incluía a vacas locas con aires de grandeza y cierto gusto por las mazas descomunales.

—¿Qué hará aquí Häarnarigilna? —El guerrero se hizo esta pregunta a sí mismo en voz alta ya que le estaba costando un poco pensar y prefería escucharse. Era retórica y no esperaba ninguna respuesta, pero aun así la obtuvo.

—No me quedé tranquila al veros partir —le explicó la rumiante cuando se paró junto a él en un momento en que el rey Morfin tomaba aire agotado—. Ya os dije que el Corazón de la Montaña era un objeto peligroso.

—¿Tú sabías que algo así podía ocurrir?

—Pues sí y puedo asegurar que jamás le hubiera dejado al príncipe Tayner marcharse con el collar de no haber ido alguien tan responsable como tú —respondió la vaca—. Por cierto no he tenido el placer de ver al muchacho ¿le ha ocurrido algo?

—El rey Morfin... el gigante lo ha... —las palabras se atragantaron en la laringe de Baz y fue incapaz de terminar la frase.

—¿Tayner está muerto? —preguntó la vaca. Su voz despedía un tono de alegría tan evidente que el guerrero tuvo que hacer serios esfuerzos por no darle un puñetazo—. Quiero decir que... es una auténtica lástima.

—Sí, ya me imagino.

—¡Malditos insectos insignificantes! —les interrumpió el rey Morfin en ese momento—. Os aplastaré como las babosas que sois y conoceréis mi verdadero poder.

—Häarnarigilna —continuó Baz—, nuestro enemigo está cansado, pero no vencido y la lucha que vendrá será larga y seguramente sangrienta. Entendería que te retirases porque no hay garantías de que salgamos victoriosos y la muerte es un destino más que probable a manos...

El tiempo parecía haberse detenido al aplastar Morfin a Tayner, pero no sucedió lo mismo cuando la vaca lanzó su maza contra el gigante. De hecho, sucedió tan rápido que apenas fue consciente de lo que sucedía hasta que vio cómo se desmoronaba la descomunal figura del rey.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 27

Baz logró contener el grito de dolor que luchaba por escapar de su garganta mientras la descomunal mano del rey Morfin le estrujaba como si en lugar de un hombre, lo que sujetara fuese medio limón y quisiera aliñar una ensalada. El guerrero no estaba dispuesto a darle la satisfacción de verle sufrir. Si tenía que morir, que así fuera. Pero lo haría con la dignidad y el orgullo que se presupone a cualquier antiguo alumno de la Academia Militar Interna de los Gentiles y Alegres Paladines Decapitadores, a cualquier seguidor del Código Ámbar de los Caballeros y a cualquier hombre de honor que se preciara. Tampoco estaba seguro de que hubiera podido gritar, pues la presión que sufría sobre su caja torácica (que crujía de forma preocupante) apenas le dejaba llegar aire suficiente a sus pulmones para seguir respirando. aun así, Baz pretendía mantener su altiva pose hasta el final. Ser asesinado por un rey extranjero transformado en gigante por medios mágicos era una muerte estupenda. Sería envidiado por miles de aventureros y los bardos cantarían esa lucha hasta el final de los tiempos. No estaba dispuesto a estropearlo soltando un quejido y arriesgarse a que las canciones que debían alabar su valentía acabasen contando que lloró igual que una niñita pequeña. Su honor póstumo se merecía algo mejor que eso.

—Vaya tontería —pensó de repente —. Debo estar empezando a delirar. No hay testigos. Nadie va a hablar de mi valentía. Encontrarán mi cadáver descompuesto dentro de un año y ni siquiera sabrán quién soy. Y Trelios nunca sabrá qué fue lo que me ocurrió.

El recuerdo de su antiguo camarada en la academia militar le dio un soplo de nuevas fuerzas y avivó la esperanza de una pronta liberación. Intentó separar los dedos que le aprisionaban, pero fue completamente inútil. Morfin le tenía bien agarrado y no espacio para maniobrar. Hacer palanca, escurrirse, herirle... todas las maniobras que pudiera pensar, resultaban inútiles.

—¿Qué intentas? —se rio el rey.

—Bueno, pues ahora sí que es el fin —pensó Baz—. Tayner, siento no haber sido un buen guardaespaldas.

Cerró los ojos y esperó que la inconsciencia (o la muerte) le llegara pronto para ahorrarle más sufrimientos, aunque lo cierto era que cada vez le dolía menos el castigo que estaba recibiendo. Sabía que esa era una señal más que indicaba que todo acabaría pronto. O quizás no.

—Vaya coñazo es morirse —pensó Baz al cabo de un rato que se le hizo interminable—. A ver si acabamos pronto.

Pero su deseo no iba a ser atendido. Todo lo contrario porque en ese instante, la mano del rey se abrió y su cuerpo cayó al vacío. Había llegado a acostumbrarse (relativamente) a ser espachurrado, pero cuando chocó contra el suelo sí que le dolió. Mucho. Tanto que llegó a plantearse si se habría roto algún hueso. Aunque el golpe también le sirvió para que se reanimara al instante. Así pudo volver a respirar con normalidad y, de paso, contemplar qué había conseguido que Morfin le soltase justo cuando estaba a punto de matarle.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 26

A Baz le pareció que los segundos se ralentizaban a su alrededor y que tiempo pasaba a arrastrarse con lentitud mientras contemplaba desconcertado cómo el gigantescamente desproporcionado pie del rey Morfin se precipitaba sin remisión sobre el desprevenido príncipe Tayner hasta aplastarlo por completo. El guerrero tardó un buen rato en poder volver a cerrar la boca y reaccionar ante semejante escena.

—Qué... qué... qué... —balbuceó Baz perplejo, incapaz de entender lo que acababa de suceder frente a sus ojos.

—Hoy es un gran día —proclamó el rey orgulloso.

—¡¿Qué has hecho!? —gritó el guerrero. Apenas veía por las lágrimas que anegaban sus ojos, aunque notaba cómo una ira descontrolada empezaba a crecer rápidamente en su interior.

—He librado al mundo de uno de los peores males que han caminado bajo el cielo azul —continuó Morfin—. Más que un chico, Tayner era una auténtica y maloliente plaga que merecía ser exterminada.

—Yo... ¡te mato! —bramó Baz furioso al tiempo que empuñaba su espada y se lanzaba a la carrera en dirección a su inmenso rival. Deseaba destrozarlo, marchacarlo, asesinarlo, destruirlo, desollarlo y abrirle de arriba a abajo con la misma falta de compasión que él mostró por el príncipe. Durante su adiestramiento en la academia militar le habían enseñado a controlar ese tipo de impulsos y emociones, pero en ese momento era incapaz de hacerlo. O, a lo mejor lo que sucedía era que no le apetecía hacerlo.

El rey soltó una carcajada al ver que el guerrero le atacaba. Desde la perspectiva que le proporcionaba su nueva estatura, su agresor parecía diminuto, del tamaño de un pequeño insecto. Riendo, trató de acabar con él igual que había hecho con Tayner, pero Baz no pensaba permitir que le aplastaran. A diferencia del príncipe, él esperaba que le atacasen por lo que, con un par de volteretas, pudo esquivar sus pisotones sin muchos problemas.

—¡Quédate quieto! —gruñó el gigante.

—¡Y tú muérete! —le respondió el guerrero. Evitando sus golpes y escabulléndose entre sus piernas se había conseguido acercar lo suficiente a la enorme pantorrilla derecha del rey para soltar un golpe. La espada se clavó en la piel de Morfin igual que si la hubiese utilizado contra el tronco de un árbol y no podía volver a sacarla. Que el rey empezara a saltar a la pata coja dolorido, no le facilitó recuperar su arma y por un momento Baz llegó a pensar que la había perdido para siempre. Sin embargo, acabó por soltarse de la pierna de Morfin y cayó a la tierra seguida por la sangre del rey, que cayó como una densa lluvia roja. En relación a su volumen no fue una hemorragia importante, pero aun así consiguió cubrir al guerrero casi por completo.

—¡Maldito seas! —se quejó Morfin malhumorado.

Pensando que esa era una oportunidad que no debía desaprovechar, Baz se limpió la cara y se lanzó a por la pierna izquierda. Su plan era simple: le haría derrumbarse y, una vez se encontrara en el suelo, atacaría sus puntos vitales. Lo que no preveía era que el rey se repusiera rápidamente y que pasara a la ofensiva. Con una velocidad impropia de un ser tan descomunal, las inmensas manos del rey le persiguieron hasta darle caza y envolverle con aquellos dedos enormes. Un dolor increíble recorrió el cuerpo del guerrero cuando su enemigo empezó a apretar su cuerpo como si quisiera exprimirlo.

domingo, 8 de febrero de 2015

Semana de descanso

La semanita desconectado del blog me ha servido para avanzar mucho en la precuela de "Diario de un treintañero... y gay... y ciego" y como ya está casi acabado, es hora de volver a la normalidad. Así que aquí tienen una nueva entrada de Blaine Nicholas para que se entretengan. Espero que les guste.

jueves, 29 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 25

El rey Morfin se puso el Corazón de la Montaña alrededor del cuello y la joya soltó un brillo rojizo. Aún sabiendo que era algo imposible, a Baz le pareció que el cuerpo del hombre empezaba a incrementar de tamaño. En un principio pensó que estaba sufriendo una alucinación por la falta de descanso, comida o ropajes. Pero pronto, una vez la anatomía del rey superó los dos metros de altura, le quedó claro que ese efecto que contemplaba ante sus ojos era muy real. Y, además, potencialmente peligroso. Tenía claro que Morfin no había decidido usar los poderes de la gema en ese momento para hacerles una demostración.

—Con este poder, podré vengarme de ti —dijo el rey entre malignas carcajadas. Para entonces, su tamaño había alcanzado los tres metros y nada indicaba que el crecimiento fuera a detenerse a corto plazo—. Ni siquiera tu campo de fuerza será rival para mi nuevo poder.

—¡Vamos! —gritó el guerrero al tiempo que cogía al príncipe del brazo—. Tenemos que huir antes de que se estabilice lo suficiente para atacar.

—De eso nada —respondió Tayner sin apartar la mirada del creciente rey. Parecía estar esperando algo con ilusión—. Quiero verlo.

—¿Qué es lo que quieres ver? No hay tiempo para tus tonterías —comentó Baz. Estaba empezando a enfadarse. La situación ya era bastante crítica sin que el príncipe hiciera el idiota.

—Pues ya sabes, su pene.

—¿Su... pene? —El guerrero estaba tan anonadado que se olvidó del rey gigante, del peligro y de todo lo que le rodeaba—. ¿Quieres verle el pene?

—Espero que me lo enseñe.

—Pero... ¿no se viste cuando vivías con él?

—La verdad es que sí. Era poca cosa y estaba arrugado. De hecho, fue una de las razones por las que decidí marcharme de su castillo —explicó Tayner—. ¡Pero ahora será enorme! ¡Descomunal! Algo así puede conseguir que un matrimonio interesado valga la pena.

—Me parece que quiere matarte, no pedirte que vuelvas con él.

—Es una pena.

Mientras tanto, el crecimiento del rey Morfin se había detenido después de superar ampliamente la altura de un campanario.

—¡Ahora pagarás por todo lo que me hiciste! —bramó. Su voz resonó como un trueno y provocó que los perros del pueblo que se encontraba a varios kilómetros de distancia, se pusieran a aullar enloquecidos.

—Pero si tampoco te hice nada demasiado malo —se defendió Tayner. Baz continuaba intentando que se apartara de allí, pero el príncipe no parecía dispuesto a hacerle caso.

—Me abandonaste y me partiste el corazón —gruñó el rey. Los perros del pueblo, se callaron asustados.

—Sí, bueno, son cosas que pasan. Pero tienes que entenderlo. Yo soy maravilloso y tú, en cambio, eres viejo, feo, fofo, aburrido, la tienes pequeña...

—Deja de cabrearle más —le susurró Baz al oído—. Se supone que debes convencerle de que te perdone.

—A eso iba —respondió el príncipe—. Decía que la tienes pequeña, pero con tu nuevo poder seguro que ya ha alcanzado un tamaño aceptable y podemos ser felices y comer perdices.

Y entonces, el pie del rey Morfin pisó a Tayner como si fuera una pequeña hormiga.

miércoles, 21 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 24

La mazmorra de Reevert Tull no se encontraba demasiado lejos del campamento del rey Morfin, apenas les separaba un kilómetro, pero les costó casi una hora en llegar hasta allí. Tayner parecía tener serias reticencias a entregar el Corazón de la Montaña y cada vez que Baz le perdía de vista, el príncipe trataba de salir corriendo con la joya.

—Es mía —se quejó el chico tras su quinto intento frustrado de huida—. Me la he ganado justamente. Lo dijo la vaca.

—Eso de que te la has ganado justamente es bastante discutible —replicó el guerrero—. Pero aunque así fuera, necesitas entregársela al rey para saldar tus deudas con él y ganarte tu libertad.

—¡Es un órgano petrificado de un dios! Me podrían dar una fortuna por ella. Quizás valga un reino entero. Por algo tan valioso casi merece la pena que un rey tonto me persiga por el resto de mi vida.

—¿Seguro que lo has pensado bien? —le preguntó Baz, quien tenía sus dudas de que el chico se hubiera planteado los inconvenientes que acarrearía quedarse con la joya. Él solo veía el dinero—. Recuerda que podría obligarte a que cumplieras tu compromiso como uno de sus yernos.

—Vale, tienes razón —admitió al fin el príncipe—. Es demasiado feo. Sería incapaz de volver a meterme en su cama.

Después de eso, Tayner se volvió más dócil y siguió a Baz sin rechistar demasiado. aun así, el guerrero decidió guardar él mismo la joya para evitarle la tentación de escapar y no se la devolvió hasta que llegaron a la entrada del campamento real. Pretendía que fuera el chico quien entregase la piedra a Morfin, como gesto de buena voluntad y arrepentimiento por sus faltas pasadas.

—Habéis tardado mucho —se quejó el monarca de Elveiss cuando les vio.

—Bueno, ha sido más complicado de lo esperado —se disculpó Baz—. Incluso hemos tenido que combatir a una vaca parlante.

—Sí, todo eso es la mar de interesante, pero no tiene relación con el tema que me interesa —replicó Morfin—. Espero que hayan encontrado el objeto que les encargué.

—Claro. El chico lo ha estado custodiando para usted —dijo el guerrero, aunque el príncipe no pareció darse por aludido.

—No sé de lo que me hablas —respondió Tayner.

—¿Recuerdas eso que hablamos sobre lo FEO que puede resultar tu futuro? —le preguntó Baz, muy arrepentido de haberle devuelto la piedra al chico. No lograba entender cómo había esperado que se comportara debidamente.

—Ah, sí. Es verdad —dijo el chico riendo mientras sacaba la joya—. Estoy muy despistado esta noche. Aquí tienes.

Morfin agarró el collar y se lo colgó al cuello sin dudarlo ni un segundo. El Corazón de la Montaña soltó un brillo rojizo en cuanto tocó el pecho del rey.

—Ahora vamos a descubrir lo que puede hacer esto —dijo.

A pesar de saber que era algo imposible, a Baz le pareció que el cuerpo del rey empezaba a incrementar de tamaño.

miércoles, 14 de enero de 2015

Las aventuras de Baz el guerrero 23

Tayner parecía extasiado sosteniendo en su mano el supuesto órgano petrificado de un antiguo dios, pero su codicia no tardó en resurgir. El príncipe parecía bastante descontento ante la perspectiva de llevarse un único objeto que, además, no iba a ser para él y no se mostró muy dispuesto a dejar pasar la oportunidad de llenarse los bolsillos con otro tipo de joyas, sin importar si su origen era divino, orgánico o pétreo. De poco sirvió el discurso de Baz sobre la humildad y tampoco quiso escuchar a Häarnarigilna cuando le recordó que solo tenía derecho a una única recompensa. Así que, después de 10 minutos de discusión, el guerrero le pidió a la vaca que dejara al príncipe inconsciente y cargase con él hasta la salida, órdenes que la rumiante cumplió con una inmensa satisfacción.

Sin las trampas ni las proclamaciones de la guardiana, el camino de vuelta se hizo mucho más rápido. Apenas tardaron 5 minutos en recorrer el trecho que les separaba de la puerta de la entrada.

—Es que es una mazmorra chiquitita —se defendió la vaca—. En la antigüedad solía estar orientada a los gnomos.

—Ya me di cuenta.

—Esta era el centro más importante de heroicidad gnoma de todo el país —continuó Häarnarigilna—. Cualquiera que quisiera convertirse en un auténtico héroe y midiera menos de 50 centímetros, acudía aquí para entrenarse. Se decía que sus pruebas eran tan temibles que incluso los más experimentados caballeros temblaban al pensar en ellas.

—No creo conocer a ningún héroe gnomo —admitió Baz.

—Es el problema de ser tan bajito. No puedes aspirar a encargarte de los desafíos más grandes y llamativos. Un dragón o una hidra siempre serán demasiado para ti, salvo que consigas introducirte por algún orificio corporal y causarle daños internos... lo que, por otra parte, parece bastante asqueroso. Sin embargo, en su momento, los caballeros gnomos cierta importancia como exterminadores de hadas y duendes molestos. Ahora son los enanos los que se encargan de cosas así. Son bastante menos eficaces, pero al menos no caben en la boca de un gato. La gente no suele sentirse nada cómoda cuando descubre que el exterminador que contrató ha acabado en el estómago de su mascota.

—Estoy seguro de que al gnomo tampoco le agradaría ser devorado —comentó el héroe—. Creo que puedes dejar a Tayner por aquí—dijo señalando una piedra junto a la entrada—. Así podrás volver a tus propios asuntos.

—Bueno, esperaba acompañaros durante un tiempo —mugió la vaca—. Si no os importa, claro.

—No, no. Qué va. Sería estupendo —mintió Baz. Iba a necesitar una eternidad para compensar todas las faltas que estaba cometiendo en ese viaje—. Pero me extraña que quieras abandonar un lugar como este. Tú misma lo has dicho. Esta mazmorra era el centro de heroicidad gnoma más importante del país. Suponía que estarías decidida a recuperar esa antigua gloria.

—Lo había pensado, lo admito —dijo Häarnarigilna pensativa—. Pero no... ya es hora de asumir que no soy la guardiana de Reevert Tull, solo una triste impostora que se creyó su papel.

—Pues tal y como lo veo yo, la mazmorra te eligió como su protectora. Piénsalo. Tú fuiste la primera persona que la encontró tras un abandono de décadas... puede que en siglos. Eso tiene que significar algo.

—¿Sabes qué? Creo que tienes razón —mugió la vaca con un aire de orgullo—. Soy la guardiana de Reevert Tull por derecho propio y conseguiré que vuelva al lugar que le corresponde en la historia.

—Así me gusta —dijo el guerrero feliz por librarse al fin del rumiante—. Corre a preparar tus planes.

—Lo haré. Pero antes tengo que advertiros de que tengáis cuidado con el Corazón de la Montaña. Es una joya peligrosa.

—Tranquila, nos andaremos con ojo.

La vaca salió corriendo de vuelta a las entrañas de la montaña dejando solo a Baz con el cuerpo inconsciente de Tayner. En otras circunstancias, el guerrero habría esperado pacientemente a que el príncipe se despertara, pero quería alejarse de allí antes de que Häarnarigilna pudiera cambiar de opinión. Así que no le quedó más remedio que cargar con el cuerpo de Tayner. El príncipe tenía un físico bastante delgado, pero aun así pesaba. Baz había recorrido menos de doscientos metros cuando empezó a notar que se quedaba sin fuerzas. aun así, gracias a su fuerza de voluntad, consiguió recorrer un kilómetro entero antes de tener que pararse a descansar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó en ese momento Tayner desperezándose.

—Te desmayaste de la emoción —le mintió el guerrero —me alegro que te hayas despertado.

—Por cierto, me parece fatal que hayas manipulado así a la pobre vaca. Seguro que algo así va en contra del Código Ámbar de los Caballeros.

—Y matar príncipes también —gruñó Baz furioso.

—Aunque tengo que admitir que me ha gustado el paseo. Tendríamos que hacerlo más a menudo.

jueves, 1 de enero de 2015

¡Feliz año!

Gracias a todos vosotros, 2014 ha sido un año de lo más completito en Historias con Hache y todos los blogs que la rodean. Espero que vuestro año también haya ido bien y que 2015 sea mucho mejor del que acabamos de terminar. Y que sigáis entrando por aquí, por supuesto.