sábado, 5 de julio de 2014

Blaine Nicholas, brujo a domicilio 13

El pasadizo que había escogido era oscuramente tenebroso, tan angosto que nos obligaba a caminar uno detrás de otro medio agachados y, desde luego, apestaba a huevos podridos. Desnudos podría haber tenido gracia ir tras el prieto culo de Gotthold, pero volvíamos a estar vestidos y cargados como mulas y no le encontraba la gracia a seguir la mochila del conde. Preferí ir delante. Así, además, me resultaría más sencillo detectar cualquier sutil cambio en el aire o en la magia que nos rodeaba. Después de todo, se suponía que yo era el experto en materia paranormal.

—No acabo de entenderlo —dijo Gotthold. Hubiera preferido que siguiera callado, pero al menos el conde tuvo la inteligencia suficiente para hacerlo en voz baja—. ¿Dónde vamos?

—Al lugar en el que no se encuentra el monstruo —respondí tratando de no perder la concentración.

—Pero hemos tomado el camino maloliente.

—Sí, los monstruos no viven donde huele a azufre. Sólo tiran allí sus residuos —le expliqué—. Sería como pensar que las casas de los humanos tienen el mismo aroma que nuestras alcantarillas.

—Así que nos dirigimos a su retrete —concluyó Gotthold.

—Algo parecido. Además de sus deshechos, también es el sitio en el que se materializa el hedor que despide su aura corrompida. Pero sí, es el equivalente a un retrete demoniaco.

—Es decir —continuó el conde alzando la voz un par de decibelios más de lo que me parecía apropiado—, que en lugar de ir en dirección a la bestia que queríamos cazar, vamos a su malvado inodoro.

—Eso es.

—¿Por qué? —me preguntó. Se le notaba algo desconcertado.

—Porque si apareciéramos delante del bicho que habite en estas cavernas, estoy casi seguro de que seríamos aniquilados antes de poder saludarle —respondí—. Prefiero dar un rodeo a ver qué podemos averiguar. Y si da la casualidad de que se encuentra en el baño cuando pasemos, tendremos ventaja. Nadie pelea bien mientras se ocupa de ese tipo de cosas.

—Te noto estresado ¿tan mala es la situación?

—Bueno, tenemos algo que fue invocado por un espíritu de la tierra para castigar a tu familia, algo que probablemente sea inmortal, que es capaz de drenar cada noche la magia que impregna el lago para producir terremotos. Divertido no va a resultar… a no ser que le pongamos algo de chispa —apunté deteniéndome para poder mirarle a la cara—. Deberíamos jugar a algo… por ejemplo, a “Beso, atrevimiento o verdad”. O mejor sólo a “Beso y atrevimiento”. Empiezas tú. Tienes que elegir entre dar un beso a alguno de los presentes o atreverte a abrir mucho la boca con los ojos cerrados.

—Sigo sin comprender muy bien eso de que drena la magia —comentó el conde ignorando la parte que más me interesaba.

—El agua del lago guarda tanta magia que crea mareas en un lugar en el que no tendría que haberlas y, además, enfría el agua hasta niveles árticos —dije viendo que mi propuesta no iba a prosperar—. Pero por la noche la temperatura del lago es normal, lo que indica que tiene mucha menos magia, de forma que algo o alguien se la lleva durante unas horas para usarla.

—¿Y eso es raro?

—Para hacer los conjuros, los hechiceros usamos la magia que absorbe nuestro cuerpo. Pero las criaturas no lo necesitan porque están formadas casi por completo de magia y pueden canalizarla. Cualquiera que sea la razón por la que un ser sobrenatural toma prestada la magia de un sitio, no es buena…

Un estruendo metálico hizo morir la explicación en mis labios. Le indiqué a Gotthold que guardara silencio y ambos nos arrastramos sigilosamente por el túnel. No tardamos en averiguar la procedencia del ruido. Tras un par de recodos, la galería terminaba en una amplia caverna sembrada de montañas de deshechos donde una equidna, criatura mitad serpiente mitad humano, se afanaba en vaciar unos cubos llenos de desperdicios.

2 comentarios:

  1. Anda, esto se está poniendo muy interesante con la equidna, me encantan los seres mitológicos.

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    1. A mí también me encantan los monstruos mitológicos, por eso no he podido resistirme a meter uno tan poco conocido como la edquina. Espero que la historia te siga gustando. El sábado más.

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