domingo, 6 de julio de 2014

Las aventuras de Baz el guerrero 10

La vaca se lanzó lo más rápido que pudo en dirección a Baz, lo que no era mucho. Era obvio que el enorme peso de la maza le impedía correr a la velocidad que le hubiera gustado. Sin embargo, lo que hacía sin problemas era blandirla a un lado y a otro como una loca. Baz, que aún estaba algo confuso respecto a la situación y que no se sentía cómodo pelando contra señoras (aunque fueran rumiantes), esquivaba como podía los mandobles, seguro de que si semejante arma le acertaba, le quebraría todos los huesos que encontrara en su camino.

—Señora ¿no podríamos hablarlo? —preguntó el guerrero mientras daba la que era su décima voltereta desde que la rumiante le atacase. Si la pelea seguía a ese ritmo, pronto se cansaría y perdería su principal ventaja. Tenía que convencerla de que se rindiera o vencerla antes de que eso ocurriese.

—¡No! —mugió ella con ira.

—Pero yo no tengo ningún interés en pelear con usted.

—Yo soy Häarnarigilna, la guardiana de Reevert Tull —respondió la vaca.

—Encantado. Mi nombre es Baz Sannir y mi compañero es el príncipe Tayner de Kierg.

—Debo detener a los intrusos —bramó la guardiana al tiempo que trataba de aplastar a su contrincante.

—Atízale fuerte —gritó Tayner desde las cercanías.

—Estoy intentando dialogar —le dijo Baz—. No tengo intención de herir a la señorita.

—No, si yo voy con la vaca de las ubres gordas —respondió el príncipe—. Si te aplasta podré escaparme de Morfin.

La vaca cargó una vez más contra el guerrero. Se notaba que el cansancio empezaba a hacer mella en ella, aunque Baz no tenía claro quién de los dos se agotaría antes. Sus energías también se acababan con rapidez. De hecho, a pesar de que esquivó ese último ataque, no pudo evitar que la maza le golpeara el tobillo. No se lo había roto, pero a partir de ese momento esquivar le sería mucho más complicado.

—¿Es que no tienes honor? —preguntó Baz enfadado. El golpe, el cansancio y la actitud de Tayner le estaban agriando el carácter por momentos. Por suerte para él, Häarnarigilna parecía necesitar un descanso. La vaca dejó la maza en el suelo y se quedó jadeando junto a ella, aunque en ningún momento apartó la mirada del que consideraba su enemigo.

—No mucho —respondió el príncipe.

—Pero si Haarna… como se llame la vaca me derrota —continuó Baz—, Morfin te estará persiguiendo por siempre.

—Seguro que no está mal.

—Además, estoy seguro de que la montaña estará llena de más tesoros de los que puedas imaginar —apuntó el guerrero.

Los ojos del príncipe brillaron de codicia.

—Bien, ya podemos continuar —anunció Häarnarigilna volviendo a levantar su maza.

—¿No sería más conveniente discutirlo como gente civilizada? —preguntó Baz—. Es que me duele un poco el pié.

—Eso hará que el combate acabe ante, porque…

La vaca no pudo terminar la frase porque, en ese momento, una enorme piedra se le estrelló en la cabeza y la dejó inconsciente al instante.

—¿Está muerta? —preguntó Tayner.

—No, tranquilo, solo ha perdido el sentido —contestó Baz—. Las vacas tienen el cráneo duro, así que lo único que tendrá será un fuerte dolor de cabeza.

—Bueno, pues no perdamos tiempo y vayamos a por los tesoros.

—Muchas gracias por salvarme la vida —dijo el guerrero.

—Sí, me voy a llevar todo lo que encuentre —contestó Tayner ensimismado.

2 comentarios:

  1. Vaya con la vaca, pues sí que ha salido brava y eso que parecía tan sociable. Hasta el próximo capítulo... ya estoy deseando saber qué nuevas ocurrencias tienes.

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    1. Nunca hay que fiarse de las vacas, por mansas que parezcan mientras pastan en el prado. Y yo también espero esas nuevas ocurrencias, que de momento estoy en blanco jejeje Muchas gracias por el comentario.

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