Odio a las equidnas. Mejor dicho, aborrezco a cualquier criatura con partes de serpiente. Da igual si son nagas, basiliscos, hidras, quetzalcoales, equidnas o dragones. Todos son unos bichos… rastreros. Puede parecer un chiste (por eso de que van reptando), pero es la mejor palabra para definir su carácter taimado, huraño, malvado, mezquino, manipulador y miserable. Será por ir arrastrando continuamente sus órganos reproductores (los que sean) por el suelo. Eso le agria el carácter al más sereno. Desde luego, yo debo reconocer que estuve insoportable el mes que me vi obligado a hacerlo, pero puede que se debiera a que tuve muy poco sexo (apenas una docena de polvos). De todas formas, que entienda las razones de sus perversas personalidades no quiere decir que les aprecie. Mi desagrado hacia estos seres es tal que jamás me acostaría con ninguno de ellos, aunque llevase sin fornicar una semana entera. Mi lujuria permanecería dormida incluso ante una equidna tan atractiva como la que teníamos delante en ese preciso momento, con sus pechos respingones, su piel tersa, su vientre plano, sus labios carnosos, sus ojos violetas, su larga melena ondulada de color verdoso que le caía por la espalda… bueno, puede que me liara con esa. Pero con ninguna más… a no ser que unas amigas suyas se unieran a la fiesta, claro.
Su belleza era increíble y superaba sin problemas a muchos de los seres bípedos (de ambos sexos) con los que había compartido lecho y fluidos a lo largo de mi vida. Por suerte, su audición no destacaba entre sus virtudes y no pareció darse cuenta de nuestra presencia allí a pesar de que Gotthold llevaba jadeando ruidosamente desde que viéramos a la criatura. Gracias a esto, pudimos observarla sin problemas ocultos desde nuestra posición hasta que finalizó su trabajo y se marchó reptando por otro de los túneles que llevaban a ese extraño vertedero para monstruos.
—¿Qué era eso? —me preguntó Gotthold entre susurros. Era evidente que la visión del monstruo le había puesto nervioso.
Le indiqué con un gesto que se callara un momento y me acerqué al túnel por el que había visto desaparecer a la bella criatura reptiliana. Quería asegurarme de que nos encontrábamos solos. Aunque tampoco me hubiera importado que no fuera así, siempre que hubiera terminado en un excitante y caliente encuentro sexual a tres bandas con el musculado conde y la serpentina equidna. Gotthold me tuvo que repetir la pregunta cuando regresé a su lado porque, de tanto fantasear con ese posible trío, se me había olvidado.
—Era una equidna, un ser mitológico que es mitad humano y mitad serpiente —le respondí—. Eso sí, te advierto que suelen ser bastante más feas que la que se acaba de ir. Cuando esto acabe, lo mismo la invito a cenar.
—¿Es ese el monstruo que provoca los terremotos? —continuó Gotthold sin hacer caso a mi último comentario—. Reconozco que es aterrador, pero me imaginaba algo más… grande.
—La Equidna original se supone que era inmensa. Tenía que serlo para poder parir a monstruos como Cerbero, Escila, Quimera o la Esfinge —le expliqué—. Esta que hemos visto es una de las comunes. Son de un tamaño más reducido, pero no creo que la colonia tenga demasiados problemas para causar un terremoto si les apetece. Con que saltaran todos sus integrantes al mismo…
—¿Quieres decir que hay más de esas cosas por aquí? —me interrumpió Gotthold asustado.
—Los nidos suelen tener unas… no sé ¿doscientas equidnas? ¿quinientas? Nunca me he parado a contarlas. Normalmente, salgo corriendo y no miro atrás hasta que sé que me estoy a salvo.
—¿Qué?
—Son unos bichos muy fértiles las equidnas —dije—. Y con muy mala leche. Quizás deberíamos…
—Señor Nicholas ¿le ocurre algo? —preguntó el conde preocupado.
—Acabo de notar una sensación extraña —contesté.
Vaya, casi se me pasa comentar el capítulo. En esta época no entro tanto a internet pero estoy intrigada con estas historias, así que he encontrado un ratito para seguir leyéndolas. Y ya veo que Blaine no le hace ascos a nadie, jajaja.
ResponderEliminarPodría decir que es porque puede ver la belleza hasta en las bestias demoniacas, pero la realidad es que está demasiado salido jejejeje. Y tú pásate cuando quieras, que siempre serás bien recibida. Muchas gracias por el comentario.
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