domingo, 20 de julio de 2014

Las aventuras de Baz el guerrero 12

Tayner hubiera abierto la puerta con gusto de haber podido coger la llave, pero hasta él tuvo que admitir que era una hazaña imposible. Lo único que parecía encajar en el hueco que había labrado en la puerta de piedra era la gigantesca maza de Häarnarigilna y, por mucho que lo intentó, fue incapaz de moverla ni un solo milímetro. Así que, a pesar de sus ansias por hacerse con los tesoros escondido en las entrañas de Reevert Tull, al príncipe no le quedó más remedio que esperar durante 10 desesperantes e interminables minutos a que la vaca recobrara el conocimiento.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Häarnarigilna al despertar.

—Te… desmayaste cuando te vencí —mintió Baz.

—¿Ah sí? Lo último que recuerdo es el comienzo de nuestra gloriosa y honrosa batalla.

—Ha sido muy gloriosa y, sobre todo, honrosa —respondió el guerrero—. Honrosa frente a cualquier duda.

—Aunque es extraño que me duela tanto la cabeza —Se quejó la vaca tocándose la parte posterior del cráneo.

—Será por la pedrada —apuntó Tayner.

—¿Qué ha dicho? —preguntó la rumiante—. ¿Qué pedrada?

—Es una forma de hablar. Ya sabes que los jóvenes siempre están inventando palabras nuevas —contestó Baz nervioso—. Pedrada quiere decir… perder. Te duele la cabeza porque has perdido… y porque al desmayarte te has dado contra el suelo, claro.

—Me alegra que haya sido un combate honorable. Y, además, os habéis quedado a mi lado.

—Es que no podíamos mover la maza —comentó el príncipe.

—¿Qué?

—Tayner, por favor, deja de confundir a la señorita con tu argot juvenil —gruñó Baz—. Mover la maza quiere decir… no atender a los necesitados… como usted cuando se encontraba inconsciente en el suelo.

—Bien, en vista de que aunáis valor, pericia, honor y compasión, os permitiré entrar en Reevert Tull —dijo la vaca levantándose—. Es un privilegio concedido a muy pocas personas, pues desgraciadamente en el mundo se ha extendido la mentira, la corrupción, el engaño y la traición.

—Es terrible —contestó Baz mientras un escalofrío le recorría la espalda. Ya había perdido la cuenta del número de preceptos del Código Ámbar de los Caballeros que llevaba incumplidos en esa noche. Le iba a costar un año de penitencia en el desierto compensar todas sus faltas y mentiras. Aunque, si lo pensaba bien, ayudar a Tayner estaba siendo tan sufrido como la mayor y más terrible de las penitencias. Estaba seguro que eso valdría.

Pasito a pasito, la vaca fue tambaleándose a lo largo del camino que llevaba a la puerta de piedra, arrastrando sin problemas la enorme maza que Tayner había encontrado inamovible. Tampoco le costó demasiado levantarla e introducirla en el hueco labrado de la pared, momento en el que la pared se retiró y dejó a la vista un oscuro y fresco túnel.

—¡Contemplad el principio del sendero secreto de Reevert Tull! —proclamó Häarnarigilna—. Sus riquezas son muchas, pero también los peligros que acechan en la negrura de sus galerías. Alejaos de mí y pereceréis.

Entonces, sin esperar a nadie, Tayner entró corriendo en la montaña mientras no dejaba de gritar.

—¡Allí voy, queridos tesoros! —decía—. Esperadme.

—Preferiría estar haciendo penitencia en el desierto —masculló Baz enfadado.

2 comentarios:

  1. Jajaja, me ha gustado mucho este capítulo, pobre Häarnarigilna, qué manera de aprovecharse de ella.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las vacas nunca han tenido fama de ser muy listas y esta no es, precisamente, una superdotada entre las de su especie (aunque pueda hablar) jejejeje Muchas gracias por el comentario y me alegro que te haya gustado.

      Eliminar