sábado, 26 de julio de 2014

Blaine Nicholas, brujo a domicilio 16

El guante de cuero empezó a echar humo en cuanto cogí el mango de la oxidada espada que yacía en lo alto de uno de los montones de desperdicios del vertedero. Seguramente, hubiera comenzado a arder (y mi mano con él) a los pocos segundos de no haber parado la reacción. Pero en esta ocasión no necesité echar mano de uno de mis hechizos para contrarrestar la temperatura extrema (tampoco es que conociera ningún conjuro que provoque frío) porque los objetos encantados suelen tener su propia forma de desactivarse. Normalmente, se trata de un pequeño conjuro que al ser recitado, permite contrarrestar durante un tiempo los molestos (además de peligrosos) efectos secundarios que puede llegar a despertar la magia. A veces, incluso, basta con mover una pieza o cambiar una joya de sitio. Este caso en concreto era de los primeros y el conjuro de anulación venía inscrito en la hoja de la espada. Por suerte, había quedado un par de milímetros por encima de la zona más afectada por la corrosión, por lo que pude leerlo sin demasiados problemas antes de quedarme sin mano.

—Otneimaírfne otaidemni —dije.

El arma quedó fría al momento y se la pasé a Gotthold para que le echara un vistazo. Mientras, yo me quité ("arranqué" sería un término más exacto) el guante para ver si el hechizo de calor me había provocado algún daño. Y lo cierto era que no tenía la mano tan mal como podría haber imaginado. Sólo me había salido dos ampollas. Me cubrían la palma casi por completo, pero sólo eran dos.

—Pobre, eso tiene que doler —comentó el conde agarrándome la mano con suavidad antes de darme un tierno beso. La presión de sus labios me hizo ver las estrellas de dolor, pero no me importó en exceso porque también me puso bastante cachondo. Una cosa compensaba a la otra.

—Puedes darme todos los besos que quisieras, especialmente de cintura para abajo y de rodillas para arriba —dije sonriente.

—Primero deberíamos terminar lo que hemos empezado —respondió Gotthold risueño—. Ya sabes, eso de encontrar al monstruo que amenaza a mi familia...

—Está bien —acepté resignado.

—Aunque tengo que admitir que ya no sé qué pensar respecto a que exista —continuó el conde—. Quizás sólo estén las equidnas.

—La verdad es que, ahora mismo, lo que menos me preocupa es que encontrar al monstruo de la leyenda —confesé—. Parece que las equidnas están buscando un objeto mágico. Y debe ser poderoso, porque el vertedero está plagado de armas encantadas que han ido tirando a lo largo del tiempo.

—Así que saben perfectamente lo que tienen que encontrar —comentó Gotthold.

—He detectado dos potentes fuentes mágicas que proceden del túnel por el que no quise ir. Si cualquiera de ellas es un arma, las equidnas podrían causar una catástrofe en la superficie que no sólo acabaría con tu familia, también demolerá el pueblo. Puede que toda la región.

—Entonces, tendremos que detenerlas —dijo el muchacho—. No voy a permitir que nadie destruya mi condado. Puede que mi familia sea pequeña, pero no nos gusta que nos pisoteen.

—Igual que a las hormigas —añadí riendo—. Si tu antepasado hubiera pensado en eso, ahora no nos encontraríamos en esta situación.

2 comentarios:

  1. Mira por donde el conde Gotthold es la mar de tierno, espero que Blaine no le rompa el corazón, jajaja.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues tiene todas las papeletas porque Blaine muy formal no es jejeje Muchas gracias por los comentarios.

      Eliminar