lunes, 11 de agosto de 2014

Las aventuras de Baz el guerrero 14

Häarnarigilna permaneció en silencio mientras guiaba, con la ayuda de la luz de una antorcha, a Baz por los pasadizos que horadaban las profundidades de Reevert Tull. Ninguno de los dos dijo una palabra. La vaca, se sentía avergonzada por cómo había salido la primera prueba y el guerrero no quería importunarla más. Además, se encontraba distraído observando detenidamente cada recoveco y cada desvío en busca de una señal de Tayner. Los pasadizos bajo la montaña parecían formar un auténtico laberinto y a Baz le preocupaba que el príncipe se hubiera podido perder en su afán por encontrar tesoros. solo dos cosas le hacían mantener la tranquilidad suficiente como para seguir a Häarnarigilna por los túneles. La primera era la seguridad de que si salía corriendo, la vaca se lo haría pasar muy mal. Y la segunda era la esperanza de que todo en ese lugar fuera igual de cutre que lo que había visto hacia el momento y la red de pasadizos resultara menos intrincada de lo que aparentaba.

—Los que construyeron esta mazmorra no eran muy avispados —pensó—. Seguro que todos los pasadizos acaban en el mismo sitio.

Häarnarigilna, entretanto, había ido disminuyendo la marcha hasta detenerse por completo junto a la entrada a una pequeña cueva. En el interior de esta cavidad no había nada más que una palanca que sobresalía de la pared. La vaca le indicó a Baz que entrase y permaneció en silencio hasta que el caballero se situó en el lugar que ella debía creer conveniente.

—Ahora, deberás alcanzar de un salto aquella palanca y accionarla antes de que el suelo de la caverna se hunda —proclamó la rumiante con la voz profunda que usaba para desempeñar sus labores de guardiana de la montaña—. Recuerda, tienes que hacerlo de un salto —añadió al darse cuenta de que la palanca en cuestión le llegaba al guerrero a la altura del hombro. Baz dio un ágil brinco y accionó la palanca sin ningún tipo de problema.

—Así es más difícil de lo que parece —dijo el guerrero tratando de consolar a la vaca. Era evidente que se sentía algo deprimida ante el fracaso de los obstáculos ancestrales de su mazmorra—. Aunque sigo pensando que esto se diseñó para gnomos ¿no hay nada para humanos?

—No sé… —reflexionó la vaca.

—Tiene que haber alguna prueba en la que medir 1’80 no sea un factor determinante.

—Puede que haya algo… —comentó Häarnarigilna. Los ojos le lucían por la expectación.

—Genial. Me sentiría fatal si saliera de aquí sin hacer las cosas como manda la tradición —dijo Baz—. ¿Qué tengo que hacer?

—Sigue por este túnel y no te detengas hasta que encuentres un riachuelo —le explicó la vaca sonriente—. Una vez allí, sabrás lo que se espera de ti.

Baz hizo caso a la guardiana de la montaña y se encaminó por la galería. Efectivamente, tal y como le había dicho ella, no tardó en toparse con una pequeña corriente de agua. Y, también según le contó, pronto tuvo claro cuál era el cometido de la prueba. Parecía consistir a sobrevivir a la lluvia de flechas que a punto estaba de dispararse desde todas y cada una de las paredes de roca que le rodeaban.

2 comentarios:

  1. Por ahora todas las pruebas han sido pan comido para Baz, jajaja, pobre Häarnarigilna, está muy frustrada. Pero parece que la siguiente prueba va ser más complicada de superar.

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    1. Ya veremos si es complicada o tan cutre como las demás jejejeje Me alegro que te guste y muchas gracias por el comentario.

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