—Contempla ante ti la tercera prueba que deberás superar —proclamó Häarnarigilna. Había perdido algo de entusiasmo y su voz no sonaba tan profunda como al principio, pero aún trataba de presentar los obstáculos con la pomposidad requerida por su cargo de guardiana de Reevert Tull.
—Creo que es la cuarta —la corrigió Baz.
La vaca le miró con un profundo odio asesino en los ojos. El guerrero tomó nota de que las correcciones no serían bienvenidas en el futuro.
—Contempla ante ti la... cuarta prueba que deberás superar —repitió la rumiante arrastrando las palabras—. Deberás... espera ¿has dicho que era la cuarta?
—Ehh... ¿Sí? —respondió Baz dubitativo. Tenía miedo de volver a molestar a la guardiana.
—En ese caso ¡has completado el primer nivel de Reevert Tull! —voceó la vaca. Su voz profunda había regresado y hasta se la veía más animada.
—¿Y qué he ganado? —preguntó el guerrero.
—Tendrás el honor de... ¡enfrentarte a mí en combate singular! —exclamó Häarnarigilna antes de echarse a reír a carcajadas.
—Pero... eso es trampa —se quejó Baz—. Ya te vencí antes.
—Entonces ganaste el derecho a penetrar en las entrañas de la montaña. Ahora debes luchar para poder acceder al siguiente nivel de la mazmorra —explicó la vaca mientras adoptaba una postura de esgrima. En su mano portaba una espada de aspecto antiguo. El guerrero no tenía ni idea de dónde habría sacado el arma, pero tampoco era algo que le preocupase en demasía. Lo importante para él era que Häarnarigilna no disponía de su gigantesco mazo.
—Sigue sin parecerme justo —respondió Baz desenvainando su espada—. No obstante, acataré gustoso las reglas del lugar y me enfrentaré a la guardiana de Reevert Tull. Sonriente, la vaca se lanzó al ataque sin esperar a que su contrincante acabase de hablar. Estaba ansiosa por resarcirse por sus anteriores fracasos con las pruebas de la mazmorra venciendo a aquel caballero que la había puesto en ridículo. La venganza era su único objetivo y no le importaba dejar a un lado el honor y las buenas maneras para ganar.
A Baz no le pilló por sorpresa el ataque a traición de la vaca, aunque le decepcionó un poco que se comportase así. Sin embargo, las cuestiones morales pronto pasaron a un segundo plano en su cabeza en cuanto recibió la embestida de Häarnarigilna. A pesar de no contar con su mazo, la rumiante se desenvolvía con soltura y su fuerza seguía siendo prodigiosa. Incluso en aquellas condiciones, Baz no estaba seguro de su victoria. Por suerte para él, una enorme piedra se estrelló contra la cabeza de la vaca, dejándola sin sentido al instante.
—Los clásicos, siempre funcionan —comentó Tayner.
Bueno, por una vez, ha resultado útil Tayner aunque supongo que a Baz le parecerá poco caballeroso, jajaja.
ResponderEliminarNo sé yo si Baz se quejará en esta ocasión, porque la vaca le da un poco de miedo jejejeje Muchas gracias por el comentario.
Eliminar