Gotthold tardó bastante en apartar sus ojos de mí (sobre todo, de una zona en concreto), pero no hizo nada más. En contra de lo que había esperado, en lugar de abalanzarse sobre mi fuerte y atractivo cuerpo, prefirió continuar con los preparativos para empezar la caza del monstruo. Era una auténtica lástima, porque yo me moría por abalanzarse sobre su fuerte y atractivo cuerpo. Estaba tan sumamente bueno que no me hubiera sorprendido si, en cualquier momento, me hubiera empezado a sangrar la nariz (igual que a los personajes manga cuando ven a la heroína en sujetador). Sus abdominales bien merecían una hemorragia. Eso por no hablar del resto de su aristocrático cuerpo. Todo en el conde me gustaba: los gemelos prominentes, el culo redondeado, las caderas marcadas, el fino vello que cubría sus brazos, la vena que recorría su pectoral derecho, los hinchados bíceps, otras cosas que también se encontraban algo hinchadas… hasta sus rodillas me parecían bonitas.
Pero como parecía que aún no había llegado el momento de retozar, decidí imitar a Gotthold y me puse a meter la ropa dentro de mi enorme mochila. Eso sí, me situé muy cerca de él, para que pudiera ver lo que se estaba perdiendo.
—¿Y ahora qué toca? —pregunté.
—Pues… —comenzó algo nervioso tratando (sin mucho éxito) de no fijar su vista en mi entrepierna. Se notaba que el pobre lo estaba pasando fatal con el asunto del nudismo. Empezaba a darme un poco de pena—. Deberíamos… meternos en el lago antes de que se esconda la luna —consiguió decir—. Más tarde la marea estará demasiado alta.
—Por supuesto, ya me había olvidado de la marea del lago de montaña —apunté. Seguía dudando de que algo así existiera, pero me hizo feliz pensar que quizás esa era la razón por la que Gotthold se había resistido a mis encantos. Primero había que atender al deber y adelantarse a la marea. Más tarde tendríamos tiempo de sobra para achucharnos.
—Te advierto… que está bastante fría —continuó el conde ignorando mi comentario.
—De eso me puedo encargar yo —dije.
Admito que desde que ejerzo como “brujo a domicilio” no he tenido ocasión de conocer demasiados hechizos. Puede que el título de brujo me quede algo grande. Pero la verdad es que la magia es complicada. Cada encantamiento parece contar con su propia consciencia y sólo permiten ser estudiados si te consideran apto. No es algo que me ocurra a menudo, pero por suerte para nosotros hubo un hechizo para calentar agua que pensó que yo era digno y me permitió aprenderlo. Debía ser un hechizo algo tonto porque tampoco es que sea muy complicado. Sólo hay que encender un mechero bajo el agua y gritar “rolac”.
—Ya está —anuncié feliz mientras apilaba una piedras junto al lago y depositaba sobre ellas el mechero. Siempre es bueno tener un detalle con los elementales de la tierra, especialmente en lugares en los que hay leyendas sobre espíritus que van lanzando maldiciones a los viajeros que pisan una hormiga.
—Es increíble —comentó Gotthold tras probar el agua—. Señor Nicholas, es usted una persona portentosa.
—Y, además, doy unos masajes sensacionales ¿le apetece uno? Percibo cierta tensión en varios de sus músculos. Sus hombros —dije palpándole la zona—, su espalda —continué pasando mis manos por sus omóplatos—, sus glúteos, su ingle…
—Creo que será mejor que nos apresuremos —dijo el conde antes de que tuviera ocasión de tocar la última de las partes que había mencionado—. Ya sabe, la marea.
—Está bien —acepté a regañadientes.
Gotthold se puso su mochila y, sin decir nada más, se metió en el lago. Yo le seguí de cerca. Por suerte la temperatura del agua era bastante agradable.
Acabo de darme cuenta de que has puesto otro capítulo, qué bien. Y qué mago más polifacético, ojalá pudiera tenerlo aquí, a ver si calentaba un poco el Cantábrico.
ResponderEliminarAh, por cierto, me ha gustado mucho eso de que los encantamientos te tengan que dar su visto bueno para poder aprenderlos, es algo muy original y divertido.
Jejejeje Blaine calentaría todo lo que pillara: el cantábrico, los cántabros, los asturianos... jejejeje
EliminarMe alegro que te guste lo de los encantamientos. Me apetecía que se diferenciara un poco del resto de historias con magia. Las frases en latín y las varitas están bien, pero de vez en cuando hay que añadir algo más. Además, así Blaine no queda como un vago por saber tan poca magia jejejeje. Muchas gracias por el comentario.