sábado, 28 de junio de 2014

Blaine Nicholas, brujo a domicilio 12

Decía que entonces besé en los labios a Gotthold. Pero que nadie piense que fue un pico rápido en los labios, como una colegiala vergonzosa al chico que le gusta. Yo cuando doy un beso, lo hago en condiciones. Un buen morreo de que esos que consiguen que se pongan tiesos todos los vellos de tu cuerpo (y alguna otra cosa también). Él se dejó hacer durante unos segundos, pero no puso mucho de su parte. Cuando finalmente se apartó, me sonrió. Podía ser una sonrisa de “eso ha estado muy bien y quiero más” o de “estoy tan bueno que no pueden resistirse a mis encantos”. No lo tenía muy claro. Su entrepierna apuntaba (además de hacia delante) a la primera opción, pero tampoco era una prueba concluyente. Tengo que admitir que beso muy bien y he provocado ese tipo de reacciones en más de un heterosexual.

—Tenemos que darnos prisa —dijo él mientras sacaba ropa de su mochila—. Deberíamos regresar antes de que suba la marea.

Estaba claro que, mientras estuviéramos de caza, eso no iba a llegar a mayores, así que opté por vestirme y pensar en otras cosas. Normalmente, no tengo que hacer tantos esfuerzos por echar un polvo. Como luego resultara ser un desastre en la cama, iba a cabrearme mucho.

—Me parece curioso que alguien tan friolero como tú pudiera atravesar desnudo el lago a su temperatura habitual —comenté una vez ambos tuvimos puestos de nuevo los pantalones—. Seguro que está prácticamente helada.

—¿Friolero?

—Estabas tiritando antes de que te… secara —respondí.

—Ah, sí —dijo con una nueva sonrisa—. Bueno, por las noches la temperatura del agua es soportable ¿No lo notaste al hacer el hechizo?

—Estaba concentrado en otras cosas —contesté. No recordaba que yo mismo había metido la mano en el lago. La verdad es que cuando hago magia me olvido de lo que me rodea.

—Pues está fría, pero no para que te dé una hipotermia. Por el día, ocurre lo contrario. En cuanto sube la marea, la temperatura baja bruscamente y no hay forma de meterse. Hay tardes en las que, incluso, llega a congelarse.

—Así que los terremotos son por la noche y las mareas frías por las mañanas —comenté pensativo.

—¿Eso te da alguna idea?

—Quizás… es una tribu de espíritus que tienen una lavadora y una caldera, pero sólo las ponen por la noche —propuse.

—¿En serio? —me preguntó Gotthold con la decepción y la incredulidad plasmadas en su cara. Eso no iba a ayudarme a tener sexo con el conde.

—Peores cosas he visto. Una bruja llegó a aterrorizar a una aldea pasando la aspiradora… claro que sucedió en el siglo XVI, pero eso no le quita validez al argumento…

—Tendré que creerle, señor Nicholas. Usted es el experto en hechizos, masajes antiestrés y secados especiales —comentó volviendo a sonreír—. Elija un camino para que podamos continuar con nuestra investigación paranormal, por favor.

Dos galerías se abrían en la pared. Del túnel de la derecha salía un ligero olor a azufre, del otro emergía una brisa suave y agradable.

—¿Prefieres que te lleve al monstruo o que sobrevivamos? —pregunté—. Déjalo, mejor vamos primero por la que huele a azufre. La de la izquierda me da demasiado mal rollo.

2 comentarios:

  1. Me parece que este conde es muy escurridizo y va a ser difícil saber para dónde van sus gustos, jajaja.

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    1. Desde luego es mucho más complicado que Blaine, que va a por cualquier ente vagamente humaniode jejeje. Muchas gracias por el comentario. El viernes continuo con estos dos.

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