miércoles, 18 de junio de 2014

Blaine Nicholas, brujo a domicilio 9

Cruzamos el pequeño pueblo hasta un cobertizo a las afueras en el que Gotthold tenía preparado y escondido todo el equipo necesario para esa noche. Para esa y para el resto de noches de nuestras vidas, a juzgar por el tamaño de las mochilas que sacó. La que me correspondía cargar a mí me llegaba a la cintura, pesaba unos quince kilos y era incapaz de imaginar lo que guardaba en su interior. Nunca en mi, aún incipiente, carrera de brujo a domicilio había necesitado tantas cosas para una aventura. Ni si quiera la décima parte. Una estaca afilada, algo de plata, talismanes mágicos, varios preservativos cuando la situación se volvía divertida... lo típico en la vida de cualquiera que se dedique a combatir contra el mal. El truco está en saber a qué te enfrentas y en coger el material apropiado para cada ocasión. Sería absurdo llevar a una cacería de vampiros, por ejemplo, piruletas de sandía (créanme, lo de intentar provocarles caries no funciona) a no ser que haya por la zona gnomos de la oscuridad, claro (se derriten como un muñeco de nieve en agosto).

Pero mucho me temía que Gotthold, a pesar de contar con un buen puñado de insoportables leyendas familiares, no tenía ni idea de a qué íbamos a enfrentarnos exactamente.

—¿No piensas que sería más apropiado venir al amanecer? —le dije mientras nos adentrábamos por un diminuto sendero que, atravesando un bosque, se adentraba colina arriba. La luz de las linternas era la única que alumbraba nuestro camino, pues hasta la luna había desaparecido en el cielo—. Los monstruos suelen estar adormilados por el día y resultan más manejables.

—Creía que habíamos quedado en que esta forma sería la mejor —me respondió el conde—. Por las mareas del lago y los nervios de mi madre.

—Tu madre no va a estar más tranquila porque estés en el pub del pueblo. De hecho, seguro que se pasa la noche esperando en vela junto a la ventana de su habitación aguardando tu regreso.

—Aun así está el tema de las mareas —insistió Gotthold.

—Todavía no me creo que un lago de montaña tenga mareas —repliqué algo enfadado. No suelen gustarme los paseos por la oscuridad. Cualquier cosa podría estar a punto de atacarnos en ese momento. Hombres lobos, momias, quimeras... o, incluso, ¡¡hormigas!!

—Pronto lo veréis. Entretanto deberíais guardar el aliento para el trecho que nos queda.

A mí me hubiera gustado continuar con la discusión, pero pronto tuve que hacer caso al conde. La pendiente del sendero se había hecho demasiado pronunciada para quejarse y respirar al mismo tiempo. Y así seguí durante la más de media hora que ascendimos por la inclinada ladera de la montaña en silencio absoluto (salvo por las maldiciones que soltaba cada vez que me tropezaba o resbalaba). Cuando llegamos a nuestro destino, estaba más cansado de lo que había estado en años. Lo único que me apetecía era tirarme junto al lago y dormir un par de días. Aunque no tardé en recuperarme. La luna había vuelto a iluminarnos desde el cielo y bajo su luz pude contemplar a Gotthold, desnudándose. Su torso era aún más perfecto de lo que me había llegado a imaginar, desde sus hombros hasta el pequeño ombligo que se hundía en el centro de su abdomen. Y lo que había debajo de la cintura tampoco desmerecía al conjunto. Todo lo contrario.

—Vaya cabeza tengo, se me han olvidado los bañadores. Las mochilas son impermeables. Podemos guardar la ropa dentro para evitar que se moje, pero tendremos que nadar completamente desnudos —me explicó al ver que le observaba. Se le notaba incómodo y estaba seguro de que en cualquier otra situación se habría tapado. Pero, por suerte para mí estábamos a punto de nadar desnudos y el pudor no tenía demasiado sentido.

—Ningún problema —dije bajándome los pantalones y los calzoncillos de una sola vez.

Sus ojos se abrieron de par en par al contemplar lo que yo guardaba bajo la ropa y en el estado en el que se encontraba. Ya no me sentía cansado.

2 comentarios:

  1. Vaya, vaya... nos hemos quedado con las ganas de saber si Blaine conseguirá seducir al conde o tendrá que apagar su fogosidad con un baño de agua fría, jajaja.

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    1. Bueno, no tardarás mucho en salir de dudas porque hoy mismito hay otra entrada de Blaine. A ver si te gusta la continuación. Muchas gracias por el comentario.

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