Baz y Tayner reemprendieron el camino hacia el pueblo de Birnik bajo la atenta mirada del misterioso personaje que, desde sombras cercanas, les seguía con paciencia. El ritmo de la marcha seguía siendo demasiado lento para los gustos del guerrero y excesivamente rápido como para que lo soportaran los delicados pies del príncipe. Sin embargo, a pesar de que ambos estaban descontentos con la velocidad de la caminata, ninguno de los dos dijo nada en varias horas. Baz, que parecía haber asumido que no lograría su objetivo, prefería guardarse sus opiniones para sí mismo mientras que Tayner no disponía de aliento suficiente para poder hablar o quejarse. Aunque de haber podido, tampoco lo habría hecho pues temía que el guerrero le dejara a merced de los asesinos que le perseguían si volvía a decir lo que pensaba. Así transcurrieron varias horas hasta que, con el anochecer, no les quedó más remedio que posponer el viaje.
Tayner se dejó caer junto a la hoguera que había encendido su compañero de viaje. Estaba completamente agotado y los pies le dolían como si llevara las botas llenas de piedras. Cuando se consiguió descalzar, encontró que le habían salido cuatro enormes ampollas en la planta y el talón. Tenía tan mala pinta que Baz sintió remordimientos por haberle obligado a caminar durante tanto tiempo.
—Déjame ver —dijo agachándose frente a él.
—Con cuidado —le pidió el príncipe levantando el pié con gesto de sufrimiento.
—Son bastante grandes. No muy lejos de aquí hay un río, me acercaré mañana a buscar hierba de Gremio. Eso te aliviará los dolores.
—Eso sería fantástico.
—Aunque tenemos que conseguirte un calzado más apropiado para que camines. Con estas botas finas no vas a llegar lejos —opinó el guerrero—. A mí no me importa ir descalzo así que, si quieres, te puedo prestar las mías hasta que te encontremos unas para ti.
—Gracias.
Por segunda vez en el día, sus ojos se fijaron en los del otro y el verde intenso de los iris de Tayner consiguieron que el vello (y algunas cosas que no eran vello) se le pusieran de punta al tiempo que un escalofrío recorría su espina dorsal. Atrás quedaban las quejas y los improperios. Nada le importaban sus órdenes despóticas ni su trato vejatorio. En ese momento, lo único que veía era a un muchacho que había aguantado el dolor de las cuatro ampollas sin decir nada y que tenía los ojos más bonitos que contemplaba en mucho tiempo. Pero antes de que pudiera seguir sus instintos y transformar sus pensamientos en hechos, fueron interrumpidos por un grito.
—¡Les he encontrado! —oyeron que decía alguien desde la oscuridad del bosque.
—¿Qué ocurre? —preguntó el príncipe asustado.
—Parece que vamos a conseguirte unas botas antes de lo esperado —apuntó Baz desenvainando su espada.
Hola, ya pensaba que esta semana no iba a salir un capítulo nuevo. Pero me alegro de ver que sí lo has puesto y, como siempre, me dejas con ganas de leer más.
ResponderEliminarSiento ese retraso... y el retraso al contestarte... y el de Blaine... y el de Baz otra vez. En fin, qué puedo decir, ha sido una semana de exámenes horripilante (y eso que sólo tenía uno). Ya el martes trato de ponerme al día con todo.
EliminarJajaja, tranquilo, que los exámenes son más importantes y espero que el que has tenido te haya salido bien.
EliminarJejeje pues no te creas que ha salido muy allá, pero bueno... no pasa nada. Lo realmente importante es que ya he podido publicar otro capítulo de Baz jejeje Gracias por el comentario.
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